Año tras año, en el marco del Festival de Cine de Cartagena, se entregan los premios India Catalina. Estos premios Oscar criollos galardonan lo mejor de la televisión Colombiana e incluyen noticieros, reportajes, programas deportivos, documentales y -por supuesto- telenovelas. Entre los galardones que despiertan poco interés, está el premio a la Mejor Producción Universitaria o de Televisión Comunitaria (el premio se sitúa en el número 40, en el orden oficial de entrega). A diferencia de los nominados a los otros 39 galardones, quienes compiten por esta categoría representan a poblaciones pequeñas con problemas de financiación, pero también a personas convencidas de que su trabajo se hace para beneficio de su comunidad. Este artículo es un homenaje al equipo de la Escuela Audiovisual Infantil de Belén de los Andaquíes (EAIBA), ubicada en el departamento de Caquetá (al sur de Colombia) y ganadores del premio India Catalina 2013 con la serie Telegordo. Niny Ledesma, autora del texto, ha sido parte del proceso iniciado por Alirio González (fundador de la EAIBA). Hoy, gracias a su trabajo en la escuela, cuenta sus experiencia con la serie y como vivió la obtención del galardón, desde la distancia.
Por: Niny Ledesma | nijolego@gmail.com
“Me atrajo ese personaje de rulos y cuerpo encorvado que llevaba una cámara digital y un grupo de muchachitos de mi edad que disparaban fotografías por todos lados. Me uní al combo . . . y desde ese día, hago parte de una gran familia que ha ido creciendo con cada reto y cada logro durante estos casi ocho años».
Telegordo nace en 2008, cuando el equipo de trabajo de la ONG española Tomando Conciencia llega a Belén de los Andaquíes (Caquetá, Colombia), para acompañarnos a construir el sueño de tener una sede adecuada para nuestras actividades como escuela audiovisual.
Tomando Conciencia nos dejó una enorme sede, que cuenta con la sala de cine “Cine Poncho”, bautizada en honor a un ser que partió y nunca conocimos. Aún así, su familia donó las sillas para que audiencias de hasta 50 personas pudieran ver nuestras producciones: películas de un minuto hasta filmes de la talla de Al Pacino. Del proyecto nos quedó también la sala de edición llamada “Tomando Conciencia”, la sala de dibujo “Chocolate Studio” (nombre en agradecimiento a unos jóvenes diseñadores españoles que también le “metieron mano al proyecto”), y una sala de coordinación (mejor conocida como la “Sala de Corbatas”) para nuestro director Alirio González, impulsor de mis sueños y de los de muchos otros belemitas. Nos dejó también un plató enorme donde funciona el canal local de Belén y que está a cargo de la escuela, además de baños, una zona verde, una bodega, y una tienda de fotografías para nuestro auto sostenimiento. Tomando Conciencia nos dejó muchas ganas de seguir adelante.
Durante la construcción de la sede de nuestra Escuela Audiovisual Infantil (EAI), los productores de Tomando Conciencia realizaron el documental “Sin historia no hay cámara”. Desde aquí le mostraron al mundo cómo los niños y niñas de la EAI contábamos historias cotidianas, a través de la creatividad y el liderazgo. Mientras se filmaba el documental, surgió la idea de que El Gordo, uno de los fundadores de la EAI, narrara las cosas que iban ocurriendo durante la producción; él se ha destacado siempre por su acercamiento con las personas y su habilidad de narrar con facilidad. Fue así como nació la iniciativa de que El Gordo mereciera su propio canal. Esta misma idea se retomó dos años más tarde, al formular el proyecto «Telegordo«, el cual consistía en realizar una serie de televisión infantil de 8 capítulos, donde se mostrara una especie de «making of» de las producciones de la EAI y donde El Gordo “llevaba la cuerda” de todo lo que pasaba. Al terminar, la idea era obtener una película como producto final.
El proyecto participó en la “Convocatoria de estímulos para el fomento de la producción infantil”, realizado por el Ministerio de Cultura de Colombia y la Comisión Nacional de Televisión. El 13 de octubre de 2010, jurados nacionales e internacionales dieron el sí a este nuevo sueño. Nos encontrábamos frente a una responsabilidad muy grande; no se trataba únicamente de responder, sino también de hacer algo “calidoso” (como diría El Gordo). Estábamos tan asustados como emocionados.
En el inicio del rodaje tuvimos una serie de complicaciones. Pienso que las reglas del juego, tal como nos las habían planteado en un comienzo, se estaban violando; en algunos momentos, sentí que nos estaban arrebatando el sentido y la esencia del proyecto. Al final, lo importante fue que logramos sacar adelante los rodajes, nuestra participación colectiva, y la vinculación de nuestras familias y del pueblo entero. Fue una especie de reality show, de grandes proporciones.
Señal Colombia, el canal con vocación de servicio publico en nuestro país, emitió nuestros 8 capítulos durante su programación. Fue bonito vernos a través de la pantalla estando en Bogotá, pero a la vez fue triste saber que la señal no llegó hasta los televisores de Belén. Es alentador recordar que contamos con un canal local que nos muestra todo el tiempo; gracias a ellos, nuestros parientes y amigos de Belén podrían disfrutar de los 8 capítulos de Telegordo, a pesar de que la televisión nacional “de interés público” no llegue hasta Belén de los Andaquíes.
Hasta el 1 de febrero del 2013, dudé de nuestros alcances como EAI. Cuando Alirio mencionó su deseo de que Telegordo fuera nominada a los premios India Catalina, lo tomé como cualquier comentario; mientras tanto, él apostaba raparse sus rulos si eso llegaba a ocurrir. Cuando alguien por ahí publicó que Telegordo había sido nominado al premio India Catalina, en la categoría de “Mejor producción de televisión comunitaria”, grité y lloré con el alma. Luego imaginé a Alirio rapado.
El viernes 22 de febrero estábamos almorzando con Alirio en Bogotá. Él esperaba tomar un vuelo a la una de la tarde hacia Cartagena, para estar el sábado en la ceremonia de los premios India Catalina. No hablamos mucho durante el almuerzo. En un momento, le toqué el tema de su atuendo en la Alfombra Roja; solo alzó los hombros y dijo “mi camiseta de la Escuela, este jean azul y ya” . . . y siguió hablando con su sándwich de treinta centímetros. Lo despedí en el aeropuerto y no nos vimos muy optimistas, quizás porque asumíamos que estos eventos giran alrededor de la televisión privada.
El sábado 23 me di cuenta de la gran familia que es EAI. Todos estábamos locos escribiendo en Facebook desde Belén, Huila, Bogotá, Boyacá, Barranquilla hasta Brasil e Inglaterra, mandándonos fotos “energéticas” con la camiseta de Telegordo puesta. Desde mi casa llamábamos a Alirio cada 20 minutos; nos preguntábamos si saldría en la emisión. De cada reporte fugaz que él nos daba, se desprendían diez o veinte preguntas, todas generadas por una gran incertidumbre.
Me recosté en la cama con el tv encendido para ver la emisión, el computador en las piernas y el celular a un lado. Estaba chateando con la gran hermana y amiga Natalia Rueda; ella se despide y me dice que sale a cenar, que por favor le informe todo lo que pase y, de repente, sube “mi madre adoptiva” con el celular en altavoz y gritando de emoción. Ahí estaba Alirio diciendo: “¡ganamos, marica, ganamos!” . . . una y otra vez. Entre grito y grito le escribí a mi amiga la noticia. Hasta los gatos quedaron pegados al techo por los gritos de emoción.
Lo publiqué en Facebook con el mayor orgullo del mundo y me fulminaron el perfil con una gran cantidad de “me gusta”. Sentí cómo las ráfagas de felicidad tocaban a todos nuestros allegados; hubo gente de Belén que puso a Alirio como foto de perfil con el premio en la mano, la compartían y hasta alguien de la gobernación me contactó pidiéndome el número de Alirio porque el gobernador quería felicitarlo – aunque yo sabía que Alirio estaba feliz, en otro mundo; les recomendé llamarlo al día siguiente.