Paro armado: la eficacia del miedo

Somos un pueblo con miedo y se entiende. Colombia lleva muchos años, más de los que un país puede soportar, siendo amenazada por peligros constantes y permanentes. Nuestro miedo tiene distintos orígenes y se manifiesta de diversas maneras: unos callan, otros se van, otros se quedan transformados en paranoicos de atar y muchos más se someten al yugo de quienes los amedrentan porque su miedo sólo les da esa posibilidad.

Es interesante ver cómo el miedo ha servido históricamente como mecanismo de control, represión y enajenación poblacional, influyendo y hasta determinando los sistemas de interacción cultural de grandes colectivos. Vivir bajo un régimen de terror – que puede ser infundado o justificado – ha permitido mantener el status quo y las ideas hegemónicas a lo largo de amplios periodos de tiempo.

Generar terror y difundirlo con fines específicos ha sido una estrategia utilizada por los lugares más oscuros de la sociedad como el crimen organizado, pero también por sus instituciones más representativas como la política, la religión, el mercado y la familia, y tiene una efectividad tal, que continúa siendo uno de los mecanismos más usados para conseguir objetivos a corto y largo plazo.

El miedo funciona porque es la alarma de la supervivencia. Sentirlo es la forma mediante la cual el cuerpo reconoce el peligro y se aleja de él. Tiene la característica de diseminarse con especial rapidez, paraliza y somete, por tanto le otorga gran poder a quien lo produce. En Colombia son muchos los actores que usan el miedo y mantienen la atmósfera de régimen de terror para lograr sus fines. Las bandas criminales o “bacrim”  – como se les conoce mediáticamente -, descendientes y herederas naturales de los paramilitares, son uno de ellos.

Este año, que apenas despunta, comenzó para muchos colombianos sitiado por el horror que produjo el “Paro Armado” de los Urabeños, una de las bandas remanentes de los paramilitares con mayor influjo en varios departamentos del país. Su líder máximo, Juan de Dios Úsuga, alias “Giovanny”, fue dado de baja recientemente por el Ejército Nacional y, en retaliación, los Urabeños se ensañaron contra la población civil sembrando el miedo, a través de panfletos amenazantes que instaban a la gente a permanecer en sus casas. Si alguien se atrevía a movilizarse, abrir sus comercios o salir a sus trabajos, serían víctimas del fuego y la muerte.

Ni el Estado, ni el gobierno y ni sus entes de seguridad pudieron evitar que el miedo se difundiera y que la intimidación cumpliera su cometido. 16 municipios, en 6 departamentos, estuvieron totalmente paralizados por varios días, ante la mirada impávida del resto del país.

Los Urabeños querían enviar un mensaje y lo consiguieron. Tienen poder, un poder que no se diezma al perder líderes, un poder que utiliza a la población como carne de cañón para decirle al gobierno quiénes son ellos y qué son capaces de hacer. Es evidente que las estructuras de las “bacrim” son fuertes y que están dispuestas a amedrentar al país para defender sus intereses, a usar la estrategia del miedo para controlar y someter.

El pánico y el horror son la única realidad para millones de colombianos, aquellos que están en medio del fuego cruzado del conflicto, aquellos que están cercados por la disputa de control de territorio de las nacientes bandas criminales, aquellos que se aferran a su tierra, el único bien material que poseen y que a la postre dejarán para escapar del terror.

Este gobierno insiste, como el anterior, en la vía militar para acabar con los actores criminales, pero la muerte de alias Giovanny deja en claro que si un cabecilla no está, otro u otros estarán prestos a sustituirlo.

Sería interesante comenzar a preguntarse cuáles son las razones para que la sociedad colombiana continúe generando individuos y grupos delincuenciales que escogen el camino de la criminalidad, la ilegalidad y las armas para obtener dinero y poder. Si el país invirtiera más en encontrar la respuesta a esta inquietud, estaríamos más cerca de hallar un camino hacia la resolución de muchos de nuestros problemas.

Colombia además tiene la ventaja de conocer el origen de este tipo de miedo colectivo. No es etéreo y difuso como el que muchos están sintiendo a raíz de las predicciones Mayas que han sido interpretadas como la llegada del fin del mundo, basado y asido en la incertidumbre, en el desconocimiento, en la interpretación y sugestión – aunque ese es tan genuino como cualquier otro temor  -. El miedo en Colombia es orgánico, tiene actores identificables, reales, tangibles y por consiguiente, evitables.

Sin embargo, es bien sabido que las redes que sustentan y respaldan a las organizaciones paramilitares – como muchas otras – están solapadas y resguardadas por grandes grupos económicos y políticos que difícilmente estarían interesadas en canjear sus estructuras de poder por el bien común.

El gran reto que tenemos como sociedad, es no desestimar el poder que tienen los agentes generadores del miedo, pero también identificar de dónde y por qué surgen, y qué o quién les otorga la potestad de seguir perpetuándolo.

@LilaHerazo

3 Respuestas a “Paro armado: la eficacia del miedo

  1. A lo largo de mi vida he aprendido,gracias a incontables tropiezos con una que otra piedra, que no toda la gente es buena. En mis años de juventud, cuando apenas era una adolescente, mi frase favorita era «pero es buena gente». Ahora con mis añitos he llegado a la conclusión de que no, que no todo el mundo es bueno… ni tan siquiera en el fondo. «Noooo, si en el fondo es bueno»… Qué ingenuidad! Yo particularmente clasifico a la gente en tres grupos: los que tienen escrúpulos, los que no, y los que de vez en cuando los tienen y otras veces no (Inescrupulosos acomodaticios). El arma principal de aquellos que no tienen escrúpulos es la manipulación, y el tipo más efectivo de manipulación es el miedo y el terror. Desafortunadamente cada vez somos más habitantes en el mundo, y los HPs se multiplican como ratas. Para colmo, la falta de escrúpulos es una especie de virus que se contagia fácilmente y que muchas veces, en tiempos de crisis y por la necesidad, se transmite con más rapidez. Solución? Revolución!

  2. Pingback: Paro armado: la eficacia del miedo « cheyenne5030·

  3. Hola, Soy Matias de Argentina. Lamentablemente la violencia es el medio más simple y directo que tiene el ser humano de conseguir lo que quiere. El diálogo y la argumentación son adquisiciones posteriores que resulta más complicado poner en práctica. Un saludo a todos.

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