Las mil y una conversaciones, en el baño, sobre el consumo de la vida privada

 Fotografía: Constanza Solorzano

Hace un año o más, no recuerdo con exactitud, escuchaba las noticias del medio día, que son el refrito de las noticias de la mañana que terminan siendo las del día anterior; así fue como la imagen de Álvaro Uribe Vélez, sentado junto a Angelina Jolie en el foro de educación de la ONU, apareció en mi pantalla. Los periodistas que cubrían el evento (bueno, los colombianos porque CNN estaba detrás de Jolie o de Cristina Fernández de Kirchner),  no le preguntaron a Vélez sobre sus puntos de vista sobre la educación ni por su política de revolución educativa, de la cual habló en el foro, sino sobre el aspecto físico de Angelina Jolie. Éste (Uribe), como buen diplomático respondió: “Es una mujer hermosa pero son más hermosas las colombianas”.

El comentario de las presentadoras de entretenimiento del mediodía, Laura Acuña y Carolina Cruz, aparte de exaltar “la dulzura” del mandatario colombiano, citaron la extrema delgadez de Jolie, especulando sobre su vida amorosa con Brad Pitt (las mil y una separaciones que han tenido desde que están juntos)  la presión de la familia de éste hacia ella y el debate de un país como el del norte, divido por tacharla de  “quita maridos” o “rompe hogares”. En ningún momento ni ellas ni otro medio, exaltó la buena argumentación de la actriz frente al tópico de la educación y el debate que tuvo con el mandatario colombiano.

Ese mismo día, en diferentes lugares como el gimnasio (lugar donde realicé mi desprevenida observación), se escuchaban comentarios acerca de la actriz, especialmente vinculados a su belleza física. Por ejemplo, dos hombres de mediana edad que corrían en banda, comentaban junto a un instructor (también hombre) su carácter de “mamacita”, evocando con algo de nostalgia, los años gloriosos de su rebeldía. Pero los comentarios sobre Jolie no se hubieran dado en este espacio, sin la presencia del televisor y de un programa curiosamente presentado por mujeres en Fox Sports, que trajo en un momento su imagen y su particular historia, haciendo que se comentara sobre ella.

En este caso no se comenta de cualquiera, se comenta de la persona que ha construido esa impronta sobre la vida cotidiana. Es así, como Jolie encarna una idea sobre la industria de Hollywood que no sólo posiciona productos cinematográficos, sino también una figura sobre la cual se construye un culto de consumo, entendido en la admiración como modelo, tanto de belleza física como de compromiso humanitario, como de súper mamá o icono de la moda;  un deseo de conocer todo lo que gira en torno a ella, en especial de su vida privada.

La vida privada, en sí, no lo es, porque en nuestra cotidianidad hablamos sobre ella y los demás también lo hacen. Es así como nos enteramos de cosas que una persona pretende esconder, o de invenciones sobre las acciones que una persona realiza. Pero la reacción sobre estas historias está mediada por la forma particular en que la persona que recibe el mensaje pone en práctica su sistema de valores. Es decir, la vida privada, alude a una clasificación moral del sistema de conocimiento cultural que todos compartimos pero al que todos le damos una óptica particular.

La impronta cotidiana está anclada a la presencia de la materialización de la imagen (en este caso, el televisor) que, por su carácter masivo, está en todas partes y expone la imagen de Jolie y los comentarios que giran en torno a ella, desde el medio hasta los que se producen en una conversación casual entre tres hombres. No sólo  la imagen se adopta como “cotidiana” por la difusión mediática sino porque se ancla a una estima personal, es decir, como la admiración por sus buenas obras, su rebeldía (en especial en la gente joven) o simplemente su reprobación por su comportamiento, que activa una noción sobre  las experiencias e historias personales de los individuos.

En esta línea,  aunque parezca un cliché, quiero resaltar el espacio del baño como el lugar eje del consumo de la vida privada. El baño suele ser el espacio predilecto para compartir “impresiones” acerca de la vida de los “otros”, pero esos “otros” de los cuales hablamos están vinculados a nuestra cotidianidad, que si bien no tiene presente la materialización de la imagen, si se da a través del habla, como  una exposición de su impronta anclada en historias personales. Así solemos hablar de la alumna intensa con el profesor, del instructor que va detrás de la de mejor cuerpo o de la estrella de farándula que vemos en televisión.

En el baño, el caso de Jolie no se limitó a su delgadez sino a su plano de  “quita maridos.” Así como los hombres que dialogaban sobre ella en la sala de cardio, un grupo de mujeres comentaba lo  que se decía en el programa de Fox Sports, mientras se miraban en el espejo. Se empezaron a cuestionar el comportamiento de Jolie, comparándolo con el de Jennifer Anniston, claramente una separación conjugada entre el sistema binario de la moralidad y también estructurada por el contexto de esta relación particular entre las actrices: la mala y la buena. Por otro lado, de manera irónica, fueron al punto de la belleza física de Jolie y de nuevo la comparación entre las dos actrices, sacando a colación la imagen según ellas “desastrosa” de Jolie al lado del presidente Uribe.

Pero el punto central de esta conversación fue como Jolie “le quito el marido” a Anniston, claramente anclado a las perspectivas que estas mujeres tienen sobre el comportamiento binario de bueno y malo. Vale la pena aclarar que las personas que comentaban sobre Jolie en el baño,  eran mujeres entre los 30 y 40 años (al tanteo) sobre la cual su posición sobre la actriz es diferente por un sistema de valores construido bajo unas condiciones particulares, (que hace alusión a la separación de generaciones), a la que puede tener una persona de 20 años con una experiencia de sistema de valores anclada a un contexto generacional diferente. Así pues, Jolie, la “quita maridos” se convirtió en un instante en esa figura que encarna a ese tipo de mujeres “las amantes” construidas sobre una noción de negatividad, inclusive de maldad, que anula toda su posibilidad de ser humano, definiéndola en contravía a unos valores morales.

La clásica historia, de un hombre casado que tiene una relación con una mujer diferente a su esposa, aunque parezca telenovelesca, es una experiencia bien conocida por mujeres y hombres, ya sea porque lo han hecho, lo escucharon de un amigo, familiar o alguien cercano o porque aunque muchas mujeres no lo admitan fueron la “otra” de la “otra” por algún tiempo. Partiendo, de ese conocimiento compartido y de la posibilidad de reacciones y perspectivas que cada quien tiene sobre ello (que en este caso, las reacciones eran compartidas), se manifiesta un imaginario sobre ese tipo de mujer. Aquí vale la pena explorar la construcción de nociones de mujeres, enmarcadas no en raza o clase, sino en el posicionamiento moral como la amante o la mujer que está en la cima de una carrera corporativa, a la cual se le critica por no formar una familia o algo así.

En este caso, Jolie como un objeto de consumo, dadas las características que tiene por el espacio en el cual está inmersa (la industria del cine), encarna esta construcción o imaginario sobre un tipo de mujer que se reprueba socialmente: la “quita maridos”. Es así como en ausencia de la materialización de la imagen, este rol la inscribe dentro de una categorización del sistema de conocimiento y, por ende, es una conexión o “link”  con una historia personal que se pone en manifiesto a través del chisme. Es decir, a través de esta figura se hace alusión a contar la experiencia personal de alguien en especial (en particular  si ese alguien es conocido por los sujetos de la conversación), que hace alusión a la esfera de lo privado, en tanto esta historia representa para el que la vió y el que la conoce, una significación negativa como el dolor o la vergüenza que se pretenden ocultar,  pero sale a la luz cuando hay una forma que evoca esta historia y los sentimientos y posiciones que se tiene sobre ella.

Es así como el baño, “juanita y sus amigas” hablaron del caso de una mujer del gimnasio, con una situación igual o por lo menos, parecida  a la de Jolie, poniendo en manifiesto desde esta figura posiciones de reprobación social, en términos de víctima y victimario, exaltando palabras como “pobrecita” para la mujer engañada y como “bruja” a la que causó algún daño. Por otro lado, ponen en manifiesto no sólo perspectivas o posicionamientos frente a los actores de la situaciones, sino también el interés sobre la condiciones de la persona como vive después de ello, y cuestionarse si ellas también lo harían o como enfrentarían una situación de estas.

El consumo de la vida privada no es nuevo, porque todos estamos atravesados por construcciones que compartimos y situaciones cercanas que aluden a ese sistema de significaciones que se exponen en la cotidianidad. Al ponerlo en términos de “consumo” se hace referencia a un contexto determinado como el del capitalismo, donde a través de la aparición de diferentes formas, se tiene acceso a las situaciones o historias que se construyen bajo un sistema de conocimiento compartido y que a todos nos podrían pasar . . . solo que bajo el régimen del consumo y producción capitalista se enfoca un interés en ciertas figuras que construyen un status de “divinidad” o “supremacía,” pero que de alguna manera se anclan con nuestro diario vivir.

En el contexto global, se expone más visiblemente la necesidad de saber del otro, en tanto, existe una tensión entre la individualidad y la conexión conjunta. Es decir, en el caso de la tecnología que es individual pero conecta a miles de personas bajo un solo instrumento como el internet o la televisión, se genera una conexión entre las personas pero no produce las mismas reacciones, ya que si bien compartimos un sistema de conocimiento, tenemos diferentes formas de verlo y de ponerlo en práctica.

La curioso de ver el consumo de la vida privada en un lugar como el baño, es su característica como un lugar de paso, es decir, como un espacio en el cual muchas personas entran pero donde no hay dinámicas fijas, sino espontáneas, que permiten que sea una especie de burbuja en la cual se hablan de tópicos con carácter delicado, como lo es hablar de otras personas y expresar posicionamiento e intereses sobre ésta o de una situación particular que evoca una reacción. Al traer a colación en este ámbito una figura mediática de la cual se puede hablar en cualquier parte, por su carácter de consumo, crea un vínculo entre la historia personal de alguien y el conocimiento de que una situación que se pretende ocultar, pero que le ocurre hasta alguien que socialmente es entendido como un icono de “supremacía”, hace a todos susceptible de conocerlo o experimentarlo – y por ende, hablar sobre él. ♠

Bibliografía:

Abu-Lughod, Lila. 2006. “interpretando la(s) cultura(s) después de la televisión: sobre el método”. En: Iconos. Revista de Ciencias Sociales. No.24, Enero, 2006. Pp. 119-141.

Bergen, Peter y Thomas Luckman.1968.”Los fundamentos del conocimiento en la vida cotidiana”. En: La construcción social de la realidad. 36-65.Buenos Aires: Amorrortu.

Turner, Victor.1974.”Hidalgo: history as social drama”. En: Dramas, fields and metaphors: Symbolic action in human society. Pp. 98-155.Ithaca: Cornell University Press.

Goffman, Erving.1989.”El arte de manejar las impresiones”. En: La presentación de la persona en la vida cotidiana.223-253.Buenos Aires: Amorrortu.


[1] El programa presentaba la trayectoria de Jolie como embajadora de buena voluntad de la ACNUR y con ello la historia sobre sus hijos adoptivos y propios, haciendo alusión a su físico.

[2] Con historia personal me refiero a las diferentes narrativas que conocemos sobre amigos, familiares, compañeros de actividades sobre una situación particular, en este caso y como se desarrollara más adelante el caso de “la amante” y la ruptura de una alianza matrimonial.

2 Respuestas a “Las mil y una conversaciones, en el baño, sobre el consumo de la vida privada

  1. Me parece valiosa la identificación del baño como lugar en donde acontecen esos transitorios consumos de vidas privadas. Aun más, destacar el baño como lugar de tránsito me remite directamente a los No Lugares, en donde el constrante tránsito de personas impide la manifestación de ciertas actitudes sociales. Encuentro muy sugerente y enriquecedora esta idea, pues el baño sería una suerte de punto medio entre los lugares definidos y los no lugares. ¿Qué implicaciones tienen las conversaciones, y el consumo de la vida privada en estos lugares intermedios?

    Felicitaciones!

  2. Es interesante ver el análisis de la ‘conversación casual’ como dinámica cargada de subtextos y revelaciones culturales. Este escrito abre una reflexión sobre la naturaleza misma del «chisme» – verlo como una práctica sociocultural de lo privado (sus contextos, sus escenarios, sus símbolos, sus actores y sus lenguajes.) Hasta nos invita a entender una cultura a través de la descripción profunda de ‘sus chismes.’ ¿Alguien sabe de algún estudio sobre el tema? Valdría la pena mirar. . .

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