Después del torrencial aguacero mediático causado por las protestas contra la Ley 30, una firme llovizna intenta ahora plantear el futuro de la educación colombiana desde un ángulo más filosófico. Periodistas, estudiantes, artistas, activistas y profesores universitarios se han lanzado a la odisea de proponer nuevos horizontes educativos para el país. Algunas ideas son más concretas que otras, pero la gran mayoría parecen algo aisladas y abstractas, poco enmarcadas dentro de una visión informada, completa y congruente.
No es para menos. Diseñar el concepto y el manejo de la educación nacional, desde el nivel básico hasta la educación superior, es un proyecto bastante complejo. Se trata de la articulación sistemática de una diversidad de factores, intereses, contextos y visiones; dicha tarea no puede lograrse sino mediante una exhaustiva investigación y un coherente proceso político. Entre las múltiples propuestas y voces que se han manifestado, dos cosas me habían inquietado profundamente: la casi absoluta invisibilidad del tema de la educación escolar y el aparente silencio del gremio de sus docentes/líderes administrativos.
Con la intención de llenar ese vacío, este texto estaba encaminado a ser otro . . . hasta que la investigación me llevó a reorientar mis reflexiones, justo a mitad de camino. Más que proponer una ambiciosa visión específica, las siguientes líneas intentarán plantear tres puntos concretos para debatir o repensar el futuro de la Educación (con E mayúscula) en Colombia.
Este texto se divide en tres partes y se hará en tres entregas: ésta, la primera, se enfocará en examinar el propósito esencial de la educación -el desarrollo humano. La segunda, se enfocará en ilustrar la relación entre educación, nación y ciudadanía a través del estelar caso de un país que se ha convertido en el fenómeno mundial educativo. La tercera, hará un breve análisis personal de la nueva propuesta de Educación del gobierno de Juan Manuel Santos, desde una perspectiva pedagógica.
— ♣ —
El Propósito Esencial de la Educación: El Desarrollo Humano
Si bien es importante extender el alcance (cantidad) de la educación en todo el territorio nacional, es vital que esa educación se diseñe con el propósito de un desarrollo humano (calidad). El éxito de cualquier plan educativo, bien sea a nivel institucional o nacional, se fundamenta en la definición misma que se le atribuya a las palabras «educación» y «desarrollo.» Parece obvio, pero pregúntele a 10 personas el significado de estas dos palabras y obtendrá 10 respuestas distintas. Establecer una visión clara, acertada, completa y explícita de estos términos es el paso inicial para esbozar un camino, para establecer un consenso entre los diferentes actores que permita superar la visión mercantilista y/o instrumentalista que proveen la mayoría de modelos de educación neoliberales.
El desarrollo no es un objetivo en sí mismo; es una actitud, una disposición que impulsa un plan de acción que esté encaminado hacia una meta específica. En este caso, la meta sería una educación que provea el bienestar humano en Colombia, en todas sus dimensiones. Ya no basta con utilizar el índice de analfabetismo (que en nuestro país tinen un promedio de 6.6%, con una diferencia de 10 puntos entre zonas urbanas y rurales) para evaluar el nivel de educación de un país. Se requiere un concepto más completo que describa acertadamente ese bienestar de los ciudadanos.
Pero ¿cómo se determina ese bienestar humano? Podríamos extendernos dando definiciones filosóficas, sicológicas y hasta religiosas sobre el tema, pero el diseño de políticas y la planeación gubernamental requieren herramientas de análisis y evaluación concretas, tales como el Índice de Desarrollo Humano (HDI). Desde esta perspectiva, analizaremos dicho concepto.
El HDI fue planteado en 1990 por la ONU como una alternativa a las mediciones tradicionales del desarrollo, que hasta entonces estaban basadas únicamente en el nivel de ingresos y el crecimiento económico. Dicho índice, registrado en el Reporte Anual de Desarrollo Humano (publicado globalmente hace unos días), integra tres áreas como pilares del bienestar humano – la salud, el nivel de ingresos y, por supuesto, la educación:
«El Desarrollo Humano es un paradigma de desarrollo que va mucho más allá del aumento o la disminución de los ingresos de un país. Comprende la creación de un entorno en el que las personas puedan desarrollar su máximo potencial y llevar adelante una vida productiva y creativa de acuerdo con sus necesidades e intereses. Las personas son la verdadera riqueza de las naciones. Por lo tanto, el desarrollo implica ampliar las oportunidades para que cada persona pueda vivir una vida que valore. El desarrollo es entonces mucho más que el crecimiento económico, que constituye sólo un medio —si bien muy importante— para que cada persona tenga más oportunidades. Para que existan más oportunidades lo fundamental es desarrollar las capacidades humanas: la diversidad de cosas que las personas pueden hacer o ser en la vida.» (RDH 2011)
Con base en este concepto de desarrollo, la ONU determina un promedio total para calificar a cada país. Colombia se registra en el puesto número 87 dentro de una lista de 187 países, marcando un índice de 0.710. Este puntaje nos sitúa debajo de toda el área de Latinoamérica y el Caribe, la cual registró un índice promedio regional de 0.731.

1.1 Tomado del Reporte Anual de Desarrollo Humano, publicado por la ONU en Nov. del 2011
Pero si Colombia registra un puntaje regular en el HDI, el índice se hace aún menor cuando se mide en términos de inequidad. En condiciones de perfecta igualdad social, el I-HDI y el HDI equivaldrían a la misma cifra, pero el análisis del I-HDI hace un ajuste a la capacidad que cada país tiene para el desarrollo (HDI), al computarla con el índice que describe la realidad de la desigualdad social específica dentro de ese territorio. Para hacerlo más claro, el I-HDI es el verdadero índice de desarrollo humano, mientras que el HDI es la medida del potencial hacia ese desarrollo. A mayor desigualdad, mayor diferencia entre ambas cifras.
La imagen 1.1 habla por sí sola y revela una brecha considerable entre ambos índices en Colombia. El cuadro no se hace más alentador al compararlo con la diferencia que registra un país como Azerbaijan (país con un potencial de desarrollo inferior al nuestro). En la Tabla C (imagen 1.2), se hace una comparación del I-HDI entre Colombia, México, Brazil y la región de América Latina. En ese análisis, Colombia está muy por debajo del promedio regional. Invito al lector a que visite la página web del reporte, pues no sólo es un interesante documento sino que además provee útiles diagramas y claras herramientas de visualización de datos.
De todos modos, las cifras han mostrado que Colombia ha progresado consistentemente en los últimos 10 años. El cuadro no supone ser tan negativo cuando se analiza en retrospectiva. Lo que sí es indudable es que este análisis desvirtúa el discurso de «Colombia es pasión» o el de «somos el segundo país con más biodiversidad en el mundo,» al menos para quienes aún utilizan esos argumentos y prefieren ignorar la realidad. De nada sirve nuestro potencial si la realidad de nuestra desigualdad social sigue siendo el factor que más altera el desarrollo humano de nuestro país, una realidad que dista de parecerse a la de paraíso tropical que una «inmensa minoría» percibe.
Esta desigualdad trae consigo varias reflexiones para pensar el futuro de la educación escolar en Colombia. Empecemos por pensar en la enorme brecha entre la educación pública y la privada, entre la educación urbana y la rural, entre la de los niños con padres analfabetas y la de los que tienen padres en altos cargos de empresas multinacionales, la de los desplazados y la de los que viajan a cualquier lugar del mundo cada verano, la de aquellos que no tienen almuerzo y la de los que repiten hasta postre, la de los niños que caminan una hora y media para llegar a clase todos los días y la de los que tienen un chofer que los deja en la puerta, la de los jóvenes que tienen que trabajar después de clases y la de los que llegan a la casa a jugar nintendo wii, la de los que no tienen acceso a la educación y la de los que, teniéndola, no la aprovechan. La palabra contraste no es suficiente para describir la relación de la múltiples realidades que suceden en nuestro territorio nacional.
Me pregunto si podemos hablar de LA educación en Colombia o si en realidad debemos pluralizar la palabra. Aprender es un ejercicio que depende del entorno y del ambiente propicios, de las circunstancias fisiológicas y de sanidad adecuadas, de la estabilidad emocional que le permita a los estudiantes tener un espacio para conocerse a sí mismos, explorar su entorno, desarrollar sus talentos, crear y soñar. Me pregunto cuál es la historia de vida, el día a día de miles de docentes de escuelas públicas que también luchan por llevarle un pan a la boca a su familia o por sobrevivir en las zonas más violentas del país. ¿En qué condiciones enseñan? ¿De qué manera los apoya y los forma el Estado? Me pregunto cuál es la misión pública de la educación privada (y del sector privado en general) y de qué manera se le exige que contribuya en el propósito de lograr una sociedad más justa y equitativa, en términos de acceso y apoyo.
Que no se nos olvide nunca que la meta de la educación es el aprendizaje, no la sola creación de escuelas o la mera transferencia de información. Para aprender se necesita mucho más que un plan de desarrollo de habilidades cognitivas o expansiones infraestructurales – se necesita crear las condiciones de vida adecuadas y los ambientes que fomenten el desarrollo de cada individuo. La educación escolar pública es un asunto que nos concierne a todos, porque a todos nos interesa elevar el desarrollo humano de nuestro país. Trabajemos por disminuir las brechas de inequidad social desde nuestro espacio cotidiano; ahí también se contribuye a la educación.
«Toma una aldea entera, educar a un niño,» dice un sabio proverbio africano. ¿Dónde está la aldea para cada niño en Colombia?
Ir al artículo #2 de la serie: «Política Educativa=Proyecto de Nación»
Pingback: Pensar el Futuro Escolar #2 « antropoLOGIKA·