- Sinterklaas y los Zwarte Pieten
Por Christian Ramírez
Hasta hace muy poco Holanda (o Países Bajos, traduciendo literalmente del neerlandés), se había caracterizado por ser uno de los países más incluyentes del continente europeo. Reflejo de esto ha sido su política interna del manejo de drogas, la prostitución, los refugiados de guerra, y la inclusión social de personajes que, dentro de sus contextos sociales o nacionales, no tienen cabida. A pesar de tener un historial que sirve como ejemplo ante la comunidad internacional (por ejemplo, el tribunal de la Haya y la Corte Penal Internacional), resalta en la sociedad holandesa la falta de memoria histórica, con referencia a su pasado colonial. Esto ha permitido, en parte, el renacer de partidos políticos abiertamente nacionalistas y anti-migratorios que hacen recordar el discurso político de la época entre guerras. Quiero entonces hacer referencia a dos aspectos preocupantes de la política holandesa hoy por hoy: 1) Su sistema educativo y 2) el renacer de las iniciativas nacionalistas anti-europeas.
Educación Primaria
Los colegios holandeses son públicos, se asignan dependiendo del lugar en donde viva la familia y no hace distinción de clase social. Los niños y jóvenes llegan en transporte público o en bicicleta. No existen muchos buses escolares ni padres que recojan a los niños y jóvenes en sus carros, una vez termina la jornada escolar. La educación es de altísima calidad. Los colegios están casi perfectamente alineados dentro de un plan de educación nacional, en el cual se privilegia la competitividad y el desarrollo individual. Aunque hay aspectos discutibles en cuanto a lo que debería buscar un sistema educativo, hay un punto que considero relevante resaltar: las clases de historia. A los jóvenes de 14 y 15 años (equivalente en Colombia a noveno de bachillerato) se les da la opción de asistir, o no, a las clases de historia holandesa. En estas clases se dan esbozos de cómo Los Países Bajos llegaron a ser tan poderosos mundialmente (las excelentes cartas de navegación, su avanzada flota marítima, el trafico de esclavos, y la apreciación de riquezas africanas y asiáticas). Como lo haría casi cualquier adolescente, sólo entre el 10 y el 15% de los estudiantes deciden asistir voluntariamente a estas clases, y menos del 7% asiste durante 3 años consecutivos. Esto viene produciendo grupos de jóvenes y adultos que no reconocen elementos racistas ni coloniales dentro de sus costumbres nacionales (como Zwarte Piet, durante las fiesta decembrinas), y para quienes cualquier tema que cuestione lo que es “ser holandés” no tiene cabida en una discusión (de hecho, dentro de las recomendaciones oficiales que le dan a los extranjeros es no hablar de política).
Los Movimientos Nacionalistas
En los últimos días se han venido lanzando páginas web en donde los holandeses pueden denunciar si han tenido problemas con inmigrantes europeos. “¿Tiene problemas con personas del Este o el Centro de Europa? ¿Ha perdido su trabajo por culpa de un polaco, búlgaro, rumano u otro europeo del Este? Por favor cuéntenos, queremos saber” dice el encabezado de la página de quejas del portal de Geert Wilders, principal promotor de esta iniciativa y líder del partido político PVV. El lanzamiento de la página ha estado lleno de controversias. Mientras una gran mayoría de holandeses se empiezan a alinear en estas iniciativas nacionalistas, la academia poco se ocupa del tema, aunque no deja de mostrar su enojo y preocupación frente al mismo. ¿Por qué ocurre algo como esto en una población sobre-educada que, como sucede en la mayoría de países ‘desarrollados’, dependen de migrantes que laboren en aquellas áreas en las que los holandeses no quieren trabajar? ¿Por qué los científicos sociales tienen tan poco que decir respecto a temas políticos que afectan directamente la base de su sociedad?
Es aquí en donde considero se conecta la falta de memoria histórica con la vida cotidiana de los holandeses. En Holanda, están acostumbrados a que los problemas sociales se resuelvan desde el gobierno, lejos de las aulas, y sin la integración ni diálogo con las comunidades afectadas. Los problemas que resuelven sus antropólogos, sociólogos y psicólogos están más allá de sus fronteras nacionales: Latinoamérica, pero sobre todo el basto continente africano, son los lugares predilectos por la academia para aplicar sus conocimientos. No digo que esto sea una decisión equivocada, ya que la mayoría de personas que decide hacerlo son concientes de su posición de privilegio frente al resto del mundo. El problema parece estar en la miopía de la academia para mirar los problemas internos del país. La separación entre ciudadanos de primera y segunda clase, que por años ha pasado como invisible ante los ojos de casi tres generaciones de holandeses, hoy, a raíz de la casi inminente crisis económica europea, parece despertarse junto con los deseos nacionalistas de una pequeña parte de la clase política que ha olvidado (o no ha querido aprender), del nefasto efecto que tienen este tipo de discursos.
La encrucijada económica y social en la actual Europa del norte es de cuidado. Con una migración masiva de europeos de “segunda clase” en busca de mejores oportunidades de vida, el desafío para los científicos sociales se volverá cada vez mayor. Pero el reto se hace todavía más grande cuando se tienen sociedades acostumbradas a solucionar los problemas de otros y poco están acostumbradas a solucionarlos al interior de sus fronteras. Tal vez, esta vez, tengan que mirar con otros ojos hacia el sur para aprender a lidiar con su propio subalterno.
@CEramsesgado
Es interesante el punto que resaltas sobre las clases de historia. Parte del problema en Colombia, por ejemplo, es el poco énfasis que esta materia tiene en las aulas escolares, específicamente en cuanto historia nacional se refiere (la historia «mundial» parece tener más acogida). En parte, nuestra carencia de memoria histórica radica justo ahí, en la ausencia de este contenido – sea remontándonos a la colonia, a la independecia o la crítica historia de nuestro país en el siglo XX.
Por otro lado, en muchos países industrializados, los habitantes con un nivel de educación promedio o alto conocen la historia nacional al dedillo. Eso no significa que sea una ventaja, necesariamente, porque evidentemente la gran mayoría de profesores (hay algunos más críticos) enseñan LA historia en singular, omitiendo las muchas otras versiones que complementan esa única versión escrita por los «ganadores». Me atrevería a afirmar que la clase de historia, en algunos de estos países, son el nido y la herramienta para ensanchar un nacionalismo fundamentalista. Con esto quiero decir que, tanto la falta de clases de historia, como la presencia mandatoria de las mismas (con un currículum sesgado y arbitrario) pueden ser nocivas para una nación y las relaciones internacionales – el asunto es buscar un balance entre la política educativa de exigir la clase, pero haciendo una revisión crítica de los contenidos y objetivos que se tengan con la misma.
Una cosa más respecto a este tema. Lo que se nos enseña de la historia, sobre todo a partir de los 70’s, es que no existe una alternativa diferente a esta forma de capitalismo salvaje. Es por esto que me identifico tanto con los planteamientos de Max-Neef con su «economías descalza» y el «Desarrollo a escala Humana»: son planteamientos que NO viven de la nostalgia de sistemas anteriores, y que proponen algo alternativo y diferente, construido sobre las bases de lo que ha pasado históricamente.
Un poco exagerado creer que la academia soluciona los problemas de los otros. El imperialismo humanitario, en el mejor de los casos, sirve para calmar la culpa de quien lo practica.
Gracias por leer.
Lejos de creer que la academia soluciona todo, mi intención era resaltar la falta de memoria generalizada que se vive en los países del norte de Europa que, al ser lo menos afectados por la crisis, están viendo el renacer de partidos nacionalistas con posturas bastante autoritarias. Aún así, sí considero que el hecho de que en la academia no se discutan estas cosas es un muy mal síntoma.
Lo segundo, y en lo que también estoy de acuerdo con usted e aunque no me referí al tema en el articulo, es que el humanitarismo es una forma recurrente de lavar la conciencia.
Aunque podemos estar de acuerdo con la critica al tipo de historia que se enseña desde el paradigma hegemónico, al mismo tiempo desde los 70s se han desarrollado tendencias como la microhistoria y la historia radical, que son en su esencia practicas de construcción de sentidos alternativos. En la misma Holanda existe uno de los centros mas grandes de investigación en historia social, http://socialhistory.org/en . Sin embargo la bancarrota moral de la socialdemocracia y su impotencia para desmarcarse del liberalismo económico, da la impresión de una academia sitiada por los nacionalismos y las ideas conservadoras. Un saludo.
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