Salvando a Darwin de la Cosmopolitan

 

Por Carlos Gardeazábal Bravo

 

Los vínculos entre Darwin y las ciencias sociales son casi tan viejos como la teoría de la evolución, aunque estos vínculos no siempre han resultado afortunados. Desde Herbert Spencer abundan las investigaciones en ciencias sociales que recurren a Darwin para fundamentar hipótesis y teorías con poco éxito y además con una agenda política bastante sucia. Grandes porciones del darwinismo social de Spencer y Galton acabaron siendo soportes del colonialismo europeo de finales del siglo XIX y tiempo después del nazismo. Sin embargo no es necesario llegar a los extremos de estas lecturas deformadas de Darwin para llegar a conclusiones torpes, mal fundamentadas o difícilmente viables.

La psicología evolutiva es un ejemplo recurrente de este darwinismo empobrecido. Lo peor de sus más pobres conclusiones, muchas veces contradictorias (las mujeres son más selectivas a la hora de tener sexo cuando ovulan porque desean un padre muy especial para su progenie ; las mujeres se visten provocativamente cuando ovulan porque quieren quedar preñadas de cualquier pareja potencial) ha venido alimentando por años la páginas de revistas como Cosmopolitan o Vanidades. No se necesita ser un genio suspicaz para hallar sesgos sexistas en estas investigaciones. Las mujeres estarían programadas genéticamente según estos estudios primordialmente para cocinar, limpiar, procrear, criar a sus hijos, complacer a sus parejas estables, mientras los hombres son cazadores naturalmente promiscuos, siempre actuando fuera de los límites del hogar.

Como resultado de estas investigaciones y de sus resultados mal sustentados, desde los años 60 el feminismo se han dado a la tarea de refutar estas investigaciones desde la orilla teórica opuesta: las diferencias entre los sexos no son naturales en absoluto, sino totalmente culturales. El género es una construcción social para estas teorías, así como todo lo demás, desde planetas hasta átomos, pasando por microbios, vacunas, océanos, etc. No creo que sea necesario llegar a esos peligrosos extremos -ni hablar del pobre relativismo cultural que implican- para refutar a los favoritos de los pater familia y de las revistas de moda y chismes. El problema es que en sus ataques las feministas muchas veces desdeñan a las investigaciones en psicología evolutiva que sí han sabido deshacerse de esos y otros rastros ideológicos y que son fieles a un análisis riguroso de los datos disponibles, evitando conclusiones facilistas. En otros casos el feminismo ha sabido controlar la manía por la construcción social de todo, proponiendo argumentos más fuertes contra el darwinismo amañado. Otro buen ejemplo de la refutación de la psicología evolutiva, esta vez  desde la biología evolutiva es el trabajo de Anne Fausto-Sterling (en especial su Myths of Gender: Biological Theories about Women and Men ).

Premonición: Darwin en la Vanity Fair

En otras áreas  de las ciencias humanas también encontramos desarrollos difícilmente rigurosos del evolucionismo. Las pocas lecturas darwinistas de fenómenos económicos que conozco llegan a respuestas provocadoras, pero difícilmente sustentables. En su libro “Farewell to Alms” (Adiós a las limosnas) Gregory Clark se propone explicar desde Malthus y Darwin las razones del despegue de la revolución industrial en Inglaterra. Para Clark este despegue se debió en gran medida a la diseminación de los valores típicos de la clase media desde las élites inglesas al resto de la población, en parte gracias a razones biológicas (más hijos de los ricos aristócratas se reprodujeron a lo largo de la escala social, mientras los hijos de los pobres morían jóvenes, antes de reproducirse). El argumento para defender esta especie de naturalización del Calvinismo es el siguiente: desde 1250 en adelante los terratenientes ricos tienen más hijos sobrevivientes que las demás clases sociales de Inglaterra. Sus hijos continúan el éxito económico y tienen además un éxito reproductivo superior al promedio. Los valores que les permitieron el éxito económico ayudarían al despegue de la revolución industrial, y estos valores fueron transmitidos a sus descendientes cultural o, tal vez, genéticamente, extendiéndose gradualmente por la sociedad inglesa, con lo cual Inglaterra saldría finalmente de la trampa maltusiana. Siguiendo esta línea de argumentación, para Clark la ausencia de esos valores típicos de la clase media sería la causa de la pobreza en los países subdesarrollados, también por causas biológicas (se reproducen quienes no tienen esos valores). Muchos críticos han señalado la falta de suficientes datos empíricos  para apoyar esa conclusión. Otros han llamado su teoría “la supervivencia de los más ricos”. Clark se ha defendido con cierta elegancia. Llevemos sus argumentos un paso adelante: ¿Podría aplicarse el mismo patrón para hacer una defensa perversa de los valores mafiosos en Latinoamérica, por ejemplo? Después de todo podríamos encontrar evidencia de que cada vez más narcos se reproducen y con ellos sus valores.

La psicología evolutiva es sólo un caso más en el intento por fusionar biología y ciencias sociales. Por ejemplo, para encontrar productivas explicaciones de fenómenos históricos se ha recurrido, entre otros factores -clase, género, raza, etc – a los de tipo biológico. Más allá de autores de best sellers como Jared Diamond o Charles Mann se pueden encontrar muchos otros autores estudiando esta intersección. Dos casos: Los esclavos traídos desde África occidental a América resultaron ser una inversión altamente rentable (en muchos casos, en otros no) debido en parte a su resistencia genética a la malaria. La derrota militar de los indígenas americanos durante el siglo XVI puede explicarse en parte a las desventajas naturales de estas poblaciones frente a las enfermedades traídas por los conquistadores y colonizadores europeos, las cuales causarían un gran impacto demográfico. En ambos casos la biología hace parte de la explicación de problemas históricos, aunque obviamente no excluye otras explicaciones desde diferentes disciplinas. Las teorías de Darwin estarían presentes en estas explicaciones sin necesidad de llegar a determinismos maximalistas.

La supervivencia del más apto se ha entendido en muchas de estas lecturas desafortunadas de Darwin como el triunfo biológico de quienes detentan posiciones privilegiadas de poder -económico, social, cultural, sexual, doméstico, etc.-, y estos grupos estarían determinados biológicamente para ello. ¿No le suena esto exageradamente conservador? ¿No limitarían estas ideas la explicación de la posibilidad del cambio y progreso social?

Creo que el bueno de Darwin merece mejores aplicaciones de sus teorías. ♠


Carlos Gardeazábal Bravo, filósofo de la Universidad Nacional de Colombia y Magister en Lingüística del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Actualmente vive en E.E.U.U., donde estudiará Literatura en la Universidad de Connecticut.

Una respuesta a “Salvando a Darwin de la Cosmopolitan

  1. Muy bien. Con el advenimiento de la biología molecular y su «Dogma central», el darwinismo sociobiológico encontró un aliado poderoso, con sus populaizadores prestigiosos como Richard Dawkins y sus genes egoístas. Los embriólogos se lanzaron a buscar la «feminización del cerebro» y los piratas se lanzaron al proyecto cartográfico y pseudocientífico de «GENOMA HUMANO». Grandes investigadores como Richard Lewontin y Stephen J Gould se resistieron e hicieron demoledoras críticas. Poco a poco cae el dogma e incluso la «ingeniería génetica», todavía adicta al dogma de la teoría de la información (James A. Shapiro) rectifica el camino

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