¡Viva el periodismo «matador»!

Por Paola Rubio Ferrer

La tergiversación no debe extrañarnos; es absolutamente natural, señoras y señores. En el segundo país más feliz del mundo, todo es folclor y cualquiera es columnista: es fácil confundir el rol del periodismo de opinión en un contexto de jolgorio exacerbado, con tan poco criterio y con tanta desinformación como es el del caso colombiano.

Pero eso no es periodismo; es opinión”, me dijo un amigo, en un intento por hacerme tomar el asunto de manera más liviana. En su intención de defender la sanguinaria columna que la periodista Salud Hernández publicó, recientemente, en la revista CARAS, acabé entendiendo la incomprensión generalizada del género de opinión y del rol fundamental que éste tiene, en la construcción de una sociedad pensante y democrática.

El sarcasmo es siempre un excelente recurso estilístico, cuando se utiliza con gracia, mesura y de manera acertada. Sí, el texto de Hernández, a primera vista, parece ser una defensa mordaz del arte taurino, o hasta una crítica sardónica a la capacidad de priorización del alcalde Gustavo Petro (al implementar la medida de prohibir las corridas en la ciudad de Bogotá). Pero no. El texto realmente termina siendo una inflamatoria retórica que no escatima recursos para bestializar a quienes no comulgan con el amor desenfrenado por el arte taurino, una secuencia de latigazos, de (pre)juicios infundamentados y estigmatizantes, que no sirven otro propósito mas que el de la apelación a una audiencia que ya está adscrita a esa mirada antropocéntrica y reduccionista de una anticuada derecha, esa que aún pinta a «la izquierda» como una horda homogénea y proletaria, fumada, que lleva la imagen del Ché en el pecho, mientras escucha música protesta. El texto no es una defensa ni una crítica; es una acusación y una ofensa que humilla y reitera estereotipos gastados.

Yo no llamaría a eso opinión (al menos no como género periodístico); yo lo llamaría ideología,  propaganda retrógrada, y de la sucia . . . aunque el texto haga esfuerzos por disimularlo.

A veces pienso acercarme para invitarlos a un buen tendido de sombra o, mejor aún, a barrera para que les salpique la sangre rojo intenso de los astados y renueven sus ansias de salir a chillar la otra semana.” Con esta violenta imagen que hace referencia a «la manada de desocupados e ignorantes miembros del colectivo antitaurino bogotano»  – como ella misma los define –  Hernández cierra el primer párrafo de un texto que dista de hacerle honor a su título: «¡Vivan los humanos!”. La periodista española, quien ya ha causado controversias por su estilo brutal y apasionado, y por sus supuestos nexos con el líder paramilitar Carlos Castaño, se contradice en su campaña humanística de «fumigar» a «las repugnantes ratas con alas que todo lo embadurnan y acaban» (animales que los demás conocemos como palomas) y de «poner a dormir a las bestias asesinas de humanos que son los rotweiller» (para luego enviárselas a Hugo Chávez – ¡en bandeja de plata!). Esta truculenta trama merece guión cinematográfico, pero, ante todo, merece un urgente tratamiento sicológico.

Como era de esperarse, la indefectible regla de «causa y efecto» atinó: la columna levantó remolinos y polvoredas. Muchas personas manifestaron su indignación contra Hernández y su columna, escribiendo comentarios bastante agresivos, amenazantes y xenofóbicos en las diferentes redes sociales. La periodista, a su vez, reaccionó: en su cuenta de twitter, primero ofende con el mismo tono de su columna,  pero más tarde, aterrada por el odio «injustificado» de quienes la agreden y amenazan, retira las palabras «desocupados e ignorantes». . . por si ofendió. Lamento decir que aunque los comentarios desmesurados que Salud ha recibido de la gente no serán jamás justificables, los de su columna tampoco lo serán; esos también destilan odio y veneno gratuitos.  Al menos,  la gente actuó en reacción, pero fue ella quien activó el detonante.

Algo no se le puede negar a Hernández y es que su columna demuestra su habilidad de proyectar una personalidad y una estética definida (requisitos del género): aquí se transpira su amor por la fiesta brava. De principio a fin, «¡Vivan los humanos!» no es más que una faena donde la autora provoca y embiste a «la bestia». . . aun cuando no logre matar al toro completamente y no gane ni una oreja. En lugar de una ovación de pañuelos blancos, en esta corrida el toro se devuelve para atacarla, manchando su traje de luces con sangre.

En medio de su desconocimiento, mi amigo tenía razón: esta columna no es periodismo (de opinión). Si acaso llega a ser la expresión hiperbólica y violenta de una opinión personal, un comentario que busca venderse a través del maquillaje de una irreverencia que bien podría calificarse de adolescente. Mientras tanto, los mejores diarios y revistas del mundo celebran irreverencias más adultas, más complejas, más ecuánimes; sacralizan el periodismo de opinión y lo protegen como una efectiva herramienta social para orientar y formar a la opinión pública, como un vehículo para la defensa de las ideas, para la reflexión y la búsqueda de justicia. El periodismo de opinión no lo escribe el autor: lo escriben él/ella y sus lectores. Es un espacio deliberativo, y el periodista, como profesional comprometido, cumple con el principio ético de ser guiado por el beneficio social, o al menos el humano. Lamentablemente, en el país del mejor café del mundo y de la biodiversidad extensa, triunfa el látigo, el machete. Alcanzar la contundencia estilística y argumentativa en la prensa colombiana equivale a dar rejo, equivale a hacer las veces de una guillotina que corta cabezas. El uso y el abuso de la violencia verbal en Colombia pagan – se glorifican como la prueba más loable y rentable de que se tienen agallas. . . ¡Ooooole!

@antroPOETIKA

4 Respuestas a “¡Viva el periodismo «matador»!

  1. Estimada Paola,

    Como siempre tratando de ser un aporte a tus apreciaciones, nuevamente ‘entro al ruedo’ para contraargumentar al menos dos puntos.

    Supongo que está demás decir que no necesariamente estoy de acuerdo con lo que ella expone, simplemente me estoy acercando a la estructura y contenido argumental tanto de tu texto como al de ella.

    1.- Sin ser especialista en géneros periodísticos, sino solo teniendo conocimientos generales y algunas pocas profundizaciones,entiendo que el género de opinión suele ser una visión subjetiva de algún tema, tratado por cualquier persona que escriba en una columna de opinión -entre otras formas: editoriales, cartas al director, etc-, sin necesariamente ser periodista, pero firmando con su nombre para saber quién es (respeto mínimo hacia el lector). De ahí, por lo que entiendo, lo que escribe Salud (gracioso nombre o pseudónimo) Hernández-Mora lo es, es decir, una opinión que parte de una ideología (en el sentidoo más althusseriano del término) y que defiende. Por cierto, también entrega un par de argumentos de peso para su perspectiva: la vida que llevan esos animales, la forma en que mueren los demás animales para el consumo humano (por favor, si cualquiera que haya comido foie grass, y peor si le gusta, no puede ser un defensor de los animales, de hecho, hasta comer huevo es una aberración desde esa perspectiva) y otras preocupaciones mucho más patentes y urgentes (lo de las palomas se ha transformado en un asuno de sanidad pública y lo de las jaurías es ciertamente peligroso).

    Es por esta razón que no me cuadra que el texto apunte que lo que hace ella no es periodismo de opinión, porque la opinión podemos compartirla o no, puede estar informada o no, pero es siempre tendenciosa, porque parte de la base del pensamiento personal y eso es lo que me parece que hace esta columnista. De hecho, por lo que entiendo, la mayoría de los géneros de opinión suelen provenir de agentes externos al medio de comunicación, ya que las reflexiones internas al medio suelen ser entregadas, la mayoría de las veces, por la editorial y cuando no es así, el periodista que pertenece al mismo, está ‘mediado’ por la línea editorial. Por lo mismo, me parece refrescante el género de opinión, porque permite que otros, diferentes a los que suelen entregar la información, nos den su opinión, de no ser así, se estaría desacreditando a priori el subgénero de ‘cartas al director’, por ejemplo.

    Para terminar este punto, me gustaría agregar que la libertad de opinión, es eso, opinar desde cualquier trinchera ideológica para defender un tema, y ahí caben todos…

    2.- En una parte de tu texto dices: «sacralizan el periodismo de opinión y lo protegen como una efectiva herramienta social para orientar y formar a la opinión pública, como un vehículo para la defensa de las ideas, para la reflexión y la búsqueda de justicia. (…). Es un espacio deliberativo, y el periodista, como profesional comprometido, cumple con el principio ético de ser guiado por el beneficio social, o al menos el humano». Sin embargo, desde esta perspectiva aún no entiendo qué desautoriza la columna que el texto ataca. Incluso creo que muy contrariamente, lo que dices en esas líneas apuntala el texto de Salud. Ella efectivamente orienta y forma opinión pública, no de la mejor manera, pero cumple con ese objetivo. También defiende una idea, con la que uno puede o no estar de acuerdo; genera una reflexión -el mismo texto publicado en esta revista es prueba de ello-; y busca justicia, a través de la crítica al alcalde, diciendo justamente que hay cosas más importantes de que preocuparse, incluso en referencia misma a los problemas con los animales, así podemos decir, desde la perspectiva de la columnista, que es injusto que el alcalde se preocupe de las corridas antes que de temas más relevantes.

    Finalmente, debo decir que sí, tienes razón y mucha en un punto: el insulto, y además gratuito, que suelta esta mujer contra la gente de izquierda, como bien calificas de caricatuesco y prejuicioso, desacredita gran parte de lo que dice, sin embargo, debes tener en cuenta que el texto publicado en esta revista cae en el mismo juego que al que ella incita, ya que tu texto desacredita su columna de opinión en cuanto definición de tal, cuando, de acuerdo a los puntos antes mencionados, no está fuera de lo que se define como columna en el texto que publicas y, por tanto, cae en la trampa y se rebaja también a la desacreditación, a la agresión.

    Así me parece que la discusión para desacreditar a esta columnista debería centrarse en un sentido más ético y moral que en sentido meramente formal: una cosa es que esto sea o no una columna de opinión, que al parecer sí lo es, y otra cosa es que la misma columnista se desacredite a raíz del insulto.

    Esperando la buena acogida del análisis y esperando nuevamente que sea un aporte a la discusión, me despido.

    Un Saludo.

    Daniel Fernández G.

  2. Hola Daniel,

    Como siempre, valoro tus aportes. Son importantes para continuar el diálogo. Aunque quisiera extenderme, trataré de ser breve porque no cuento con mucho tiempo en este momento, pero me parece importante responderte ahora. Quizás más adelante ahonde en estos pensamientos.

    No categorizo la columna de Hernández como periodismo de opinión, al menos no como columna. Las cartas al director son, efectivamente, un «formato» dentro del género, pero precisamente se diferencian de la columna en el rigor de la argumentación y en el respeto estricto de los principios éticos del género. La responsabilidad de un columnista es inmensamente mayor a la del autor de una «carta al editor». Esta columna, no la encuentro bien argumentada, empezando porque la tesis no es clara – repito: trata de ser una crítica al alcalde, trata de ser una defensa del arte taurino, pero el foco real, es el ataque a quienes ella denomina «bestias antitaurinas». Los insultos no son esporádicos ni casuales en ese texto: son la columna vertebral, el hilo conductor del artículo. — Ahora bien, está clarísimo que el periodismo de opinión parte de una opinión personal y es de carácter subjetivo. Utiliza recursos estilísticos que también contribuyen en esa subjetividad. . . pero una cosa es ser subjetivo, con una idea clara, argumentos precisos e intenciones éticas . . . y otra muy distinta es ser subjetivo, dándose licencia para decir lo que se quiera, atacando sin dejar títere con cabeza, utilizando la bandera de la libertad de expresión. — Todo texto subjetivo, además, tiene algo de sesgo ideológico . . . pero el texto mismo, no puede convertirse en propaganda ideológica. Esa no puede ser la meta de una columna de opinión. Es casi como hacer la distinción entre moral y ética. La diferencia no sólo está en el propósito, sino en el ejercicio mismo que se realiza con el texto. Pienso que mi crítica está lejos de ser estrictamente formal – mucho de lo que discuto es su propósito y la forma, específicamente en cómo ambas cosas no están manejadas éticamente. Hablar de ética en periodismo, además, es un asunto formal: es casi como hablar de ética en la profesión médica.

    Respondo ahora a tu comentario de que ella sí logra orientar una opinión pública, pero creo que lo que su columna genera son reacciones volátiles o de apoyo; no veo que genere reflexión sobre el tema mismo. Sí, de acuerdo, esa columna generó el origen de mi columna, pero la mía no es una reflexión sobre el tema que ella trata sino de la columna misma, de la manera en que ella está haciendo periodismo. Una buena columna genera reflexión sobre el tema mismo. Ella habla de los antitaurinos; yo hablo de su manera de hacer periodismo. — Además, con su sesgo y veneno, la columna ofrece pocas herramientas de análisis, poca visión para generar esquemas mentales. No la encuentro constructiva ni formativa, por ningún lado.

    Desde este punto de vista, también me refiero ahora a tu punto de por qué considero que mi columna no se «auto-desautoriza»: una simple razón – jamás me meto a ofenderla a ella como individuo, ni a nadie; a pesar de ser subjetiva, no personalizo la crítica, ni utilizo este vehículo para difundir propaganda ideológica. Hago un ejercicio de análisis del evento y objeto mismo – me refiero al texto todo el tiempo, a la manera en que éste no cumple con los requisitos ni argumentativos ni éticos que el género exige. Desacredito la columna, más no a un grupo de personas (gratuitamente).

    Precisamente quiero enfatizar que se necesita un periodismo de opinión que realmente trascienda el formato de «la carta al editor» y que genere debates razonables, no peleas salvajes. La violencia genera violencia, y los columnistas en medios tradicionales e institucionalizados, cuentan con un gran poder (es decir, una gran responsabilidad) al ser legitimados por esas instituciones mediáticas. No se puede confundir la opinión con el periodismo de opinión; en el útlimo, los argumentos y el propósito parten de la expresión de una opinión personal, pero la trascienden. — La subjetividad no es sinónimo de falta de rigor o de carencia de principios lógicos y éticos.

    Gracias por leer y por participar con tus aportes. Siempre son bienvenidos.

    Saludos!
    Paola

  3. El análisis sobre la columna de la caustica Salud me parece impecable y comparto varias de las apreciaciones, pero respetuosamente creo que la libertad de expresión no es una excusa y sus limites se encuentran en la conciencia de cada autor. Cualquier otro escenario es una invitación a la imposición de valores.
    Un saludo

    • Gracias por tus apreciaciones. – En cuanto a la libertad de expresión, imagino te refieres al comentario hecho aquí en esta sección y no a la columna. Al igual que tú, tampoco creo que la libertad de expresión sea una excusa: es un derecho. . . pero también pienso que muchas personas abusan, escudando su violencia en ese derecho. Es decir, cuando el derecho es explotado con fines utilitaristas y sin consciencia ética, la esencia del derecho mismo es ultrajada. Todo ser humano tiene derecho a expresarse, sí, y hay diez mil canales para hacerlo . . . pero hay roles y oficios donde la expresión es también (y más que nada) una responsabilidad, un deber. Ese es el caso del periodista, quien no sólo expresa (necesidad personal), sino que también comunica (consciencia de un mensaje, de un propósito, para una audiencia específica). No sugiero la imposición de valores ni ideologías, pero sí sugiero la necesidad de una ética periodística que no pierda de vista su propósito social y humano.

      Gracias por leer y por participar en estas aguas.

      Saludos.

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