Por Margarita González Rangel
Atrás quedo el júbilo nacional por la propuesta de paz del presidente Belisario Betancourt[1]. El presidente sucesor, Virgilio Barco[2], se enfrentaba a la negativa de las guerrillas a retomar el dialogo, a los carro bombas, a los asesinatos selectivos de políticos y periodistas a manos del narcotráfico, a mantener la seguridad de la campaña electoral y a la respuesta a los frecuentes llamamientos de los miembros de la Unión Patriótica[3] para la protección de sus vidas. Esos llamamientos eran encabezados por un hombre: Bernardo Jaramillo Ossa, quien como líder del movimiento político debatía sus días entre la bandera de la vida frente a la aguda crisis humanitaria que vivían los militantes del partido, las garantías de participación en la campaña electoral y la crisis ideológica por los cambios que sufría la Unión Soviética.
Era la época de 1988 a 1990, años en los cuales Colombia perdería a grandes líderes, el narcotráfico se haría más poderoso y los paramilitares pulularían por todas las poblaciones llevando el conflicto armado a un punto de no regreso. La Unión Soviética, sucumbiría abriendo la puerta al conflicto en los Balcanes y a la firmeza del neoliberalismo, convirtiéndose en recuerdo.
Bernardo era un político de avanzada. A sus 34 años encarnaba una izquierda mucho más conectada con las situaciones del país y menos apasionada por la era gloriosa del soviet. Esto le denominó un apodo dentro del partido: el perestroiko y una que otra tensión con los ortodoxos. Sin embargo, no dejaba de ser entusiasta y en ocasiones acelerado, cosa que tuvo que mermar cuando en 1987 asumió la dirección del partido, tras el brutal asesinato de Jaime Pardo Leal[4]. Este último, en cada entrevista, enfrentaba una ardua batalla por deconstruir las representaciones diabólicas de los comunistas. Tras la muerte de Pardo Leal, Bernardo se convirtió en la cabeza visible de un partido que para el año 1988 llevaba más de cuatrocientos militantes muertos, según cálculos de una edición de la revista semana de la época.
Con ese panorama, se abrieron paso las elecciones de mayo 13 de 1988 en las cuales Bernardo fue elegido como representante a la cámara por Antioquia. Como jefe de la UP tuvo que capotear no sólo las bajas durante la campaña, sino después de ella, como también, los comentarios de sectores políticos y periodísticos que sepultaban a la UP como partido, a pesar de lograr diez y siete alcaldías propias y ciento ocho por coalición. El partido seguía a flote en un hondo esfuerzo, impulsado por Bernardo, de quitar de la frente de la UP la marca: brazo político de las FARC.
Bajo este esfuerzo, se inscribía un gran reto: unir al partido en torno a una postura política solida, que rechazara no solamente la violencia ejercida por los grupos paramilitares sino también las acciones violentas de las guerrillas. Cosa que se anclaba con las discusiones ideológicas al interior de las corrientes de izquierda que conformaban la UP por la influencia de la perestroika, que piso fuerte entre la izquierda colombiana cuando Bernardo, no sólo condenó las acciones violentas de los grupos paramilitares sino también de la guerrilla cuestionando su clandestinidad. Esto claramente produjo una controversia al interior de corrientes de la UP, quienes no estaban de acuerdo con las declaraciones sin una consulta previa, pero está claro que las divisiones entre corrientes de la izquierda son por causas mucho más profundas que una declaración. Sin embargo, esto fue el detonante.
Pero ¿cómo influía eso en la búsqueda de la paz? Pues bien, la UP después de rotos los diálogos en 1987 entre el gobierno y las FARC, se vio en la decisión de consolidar un camino independiente como partido político, sin embargo, algunas alas validaban la lucha armada. En aras de consolidar una política evocada a defender el derecho a la vida y a la participación política, en el seno de la Unión Patriótica, se configuró un debate sobre la democracia que el partido pensaba y la que construía. Si bien el partido había nacido con la intensión de abrir caminos de pluralidad política, no podía caer en sectarismo ni dogmatismos que en sus entrañas le impidieran este objetivo.
«Existe indudablemente una crisis en la izquierda, porque no se puede hablar de democracia, si no se empieza por practicarla al interior del movimiento político que la propone», aludió Jaramillo en una entrevista a la revista Semana.
Estas declaraciones, si bien llevaron a la espectacularización de la división de la izquierda, lastimosamente desplazó la atención de la ciudadanía de la permanente violación de derechos de los militantes. El debate pretendía pensar en las condiciones reales de paz que el gobierno colombiano debía establecer para inutilizar la confrontación armada, más allá de que ortodoxos o perestroikos estuviesen de acuerdo. Así se demostró en la cumbre de Usaquén[5], en agosto de 1988, donde la UP se unió a las voces que pedían al gobierno: el levantamiento del estado de sitio, la finalización de la guerra sucia, el desmonte de los grupos paramilitares y la realización de un plebiscito que cambiara el marco jurídico de la Constitución de 1886, para revivir el diálogo que condujera a la paz.
La UP buscó generar esas condiciones; sin embargo, la guerra sucia financiada por el narcotráfico -bajo el auspicio no sólo del estado colombiano sino de intenciones militares trasnacionales (como la Operación Cóndor)- no lo hizo posible.
Mientras las tensiones en la UP se acentuaban y hacían las delicias de los medios de comunicación, Bernardo fue elegido como candidato presidencial. Le esperaba una fuerte batalla contra los atentados y contra la visión política de algunas clases dirigentes que los asociaba con la guerrilla, y un modelo económico que estaba sucumbiendo en Europa.
Sin embargo, Bernardo no presentaba propuestas enmarcadas en una ideología política desconectada de la realidad colombiana; al contrario, abogaba por una economía que si bien debía ser competitiva internacionalmente también debía ser incluyente, para ello era necesaria la mano de la empresa privada. Aludía por un Estado colombiano que orientara sus políticas por la paz para defender la vida, como lo mencionó en su célebre discurso en la Conferencia de Paz en Ibagué.
Tras la muerte de Bernardo, sólo quedó la renuncia de Carlos Lemus Simmons, quien un día antes de su muerte señaló, una vez más, a la UP como brazo político de las FARC, en el viaje del presidente Barco a Europa, para reponerse de la renuncia de Lemus y traer de un abrazo a Margaret Thatcher un cheque de 4.5 millones de libras para fortalecer la justicia y la policía. Y la lucha de un movimiento político que perdió su personería jurídica en 2001 y aboga por que su caso sea juzgado por la corte interamericana de derechos humanos.
A veintidós años de su muerte, no puedo evitar preguntarme que hubiese pasado por la mente del Perestroiko al ver la constituyente, por la que tanto abogó, al ver la zona de distención, al escuchar las entrevistas que concedió Carlos Castaño, al ver salir del capitolio nacional a Ernesto Báez bajo el aplauso del honorable congreso. Es hasta inútil preguntárselo. Sin lugar a dudas, el pensamiento político de Bernardo responde mis dudas y cobran vigencia cuando, veintidós años después, existe una ley de víctimas en un conflicto que no ha terminado. Donde la búsqueda de la paz parece ya no ser una prioridad, la reconciliación se ve tan distante.
@masterenplastil
Referencias:
Revista Semana:
De la cumbre al llano. Agosto de 1988,
“la izquierda está en crisis” Noviembre de 1988
Mamertos Vs Perestroikos. Enero de 1990
“por la vida… hasta la vida misma” Abril de 1990
Atentado a la historia. Mayo de 1990
Vanegas, Napoleón. 1991. Bernardo Jaramillo Ossa: “es un soplo la vida”. Ediciones Foro Nacional por Colombia.
[1] Belisario Betancourt Cuartas. Presidente de Colombia entre los periodos 1982-1986.
[2] Virgilio Barco Duran. Presidente de Colombia entre los periodos 1986-1990
[3] Partido político, que aglutinaba diferentes corrientes de izquierda, con el cual se busco un puente de transición de los miembros de la guerrilla de las FARC a la vida política, como estrategia de dialogo y estabilización de la paz entre ese grupo guerrillero y el estado colombiano. A pesar de ello, su historia es tristemente recordada ya que sus miembros se convirtieron en objeto de persecución política siendo objeto de asesinatos, masacres, desaparición forzada y exilio por parte de grupo paramilitares financiados por el narcotráfico y bajo el auspicio de las fuerzas militares colombianas.
[4] Jaime Pardo Leal. Primer candidato presidencial de la Unión Patriótica en 1986. Y director del mismo partido, asesinado en 1987. Tras haber denunciado el matrimonio entre narcotráfico y paramilitarismo.
[5] La cumbre de Usaquén tuvo lugar en Agosto 19 de 1988 como una iniciativa agenciada por movimientos sociales, partidos políticos y la iglesia católica para buscar reactivar el diálogo entre las guerrillas y el gobierno.
Excelente perfil. Aunque no sea el centro del debate actual, la pregunta que izaba Bernardo sobre las formas de acción politica (en otros momentos el interrogante se encarno en gente como los Zalamea, F. Mosquera, A. García Nossa y hasta G. Molina por nombrar algunos de los aportes más creativos) para mi es el problema secular de la izquierda neogranadina y para placer del resto del espectro político, sigue descansando en el lodo de las cacofonías dogmáticas. Un saludo.