Control vs Internet: Acceso a la información y legalidad

Por Adriana Fernández-Mangones


«Internet es la primera invención que la humanidad ha construido sin que la humanidad misma la entienda. Es el más grande experimento en anarquía que hayamos tenido.»

–  Eric Schmidt, ex presidente de Google


El pasado miércoles 11 de Abril, poco antes de la media noche, se aprobó en el Congreso colombiano una implementación de compromisos como parte del TLC con Estados Unidos. Esta implementación –proyecto de ley No. 201 de 2012– busca modificar la legislación sobre derechos de autor en Internet y, al mismo tiempo, establecer un cierto control legal sobre el uso de este medio.

Internet, desde sus inicios como red, se ha configurado como un espacio en el cual todo el mundo –literalmente– puede acceder a la famosa super autopista de la información, en la cual es clave la libertad de buscar, compartir y reproducir. En teoría, el acceso a internet y el uso del mismo, es totalmente democrático, pero en realidad este medio, como cualquier otro, se encuentra determinado por las mismas lógicas de consumo globales: el acceso está mediado por la prestación del servicio (conexión telefónica, banda ancha, etc.), la tenencia de un computador o similar (tablets, smartphones, etc.), un aparato que permita la conexión a internet (módem, router, etc.) y el know–how para utilizar la tecnología, la red y la información y lograr los objetivos del usuario, cualquiera que sean estos.

Más allá de las condiciones físicas y técnicas del acceso a internet, está el acceso a contenidos. Si bien existe lo que podría llamarse una  super autopista de la información, no todos los usuarios de internet en el mundo tienen el mismo acceso –la cifra global, al 31 diciembre de 2011, llegaba a 2.267’233.742#; para Colombia, la cifra es de 4’836.833# suscriptores-. En realidad, comparadas con los totales de población mundial, es sólo un mínimo de personas las que realmente pueden acceder y utilizar internet, o simplemente tener acceso a la información disponible en numerosas formas, sitios y redes.

En el caso particular de la ley de derechos de autor –ley reproducida mundialmente en diferentes formas, por ejemplo las iniciativas de SOPA y PIPA, el tratado ACTA y la llamada Ley Lleras en Colombia– que busca resguardar la propiedad intelectual, incluida la literaria y artística, de un sinnúmero de productos disponibles en la red, usualmente copiados y compartidos sin costo alguno para los usuarios. Proteger los derechos de los autores y reforzar el marco legal de adquisición de estos productos en internet requiere de un minucioso control de las actividades de sus usuarios, es así que se encuentra un gran conflicto de intereses: la libertad de expresión versus la propiedad intelectual, ambas insertadas en la lógica de la democracia capitalista mundial.

Pensando en términos teóricos, teniendo en cuenta el ideal democrático de internet, con el avance tecnológico y la transformación de los patrones y ritmos de consumo, el modelo económico de las industrias culturales debería adaptarse. Es por esta adaptación que existen portales como Digitalia, iTunes Store, Amazon, eBay, Mercado Libre y muchos otros, que permiten el comercio en línea, respetando al máximo las cláusulas de comercio, los derechos de autor y de reproducción; en el caso particular de Digitalia y iTunes Store –los más grandes distribuidores de e-books y música en formato digital –el modelo es un muy buen ejemplo en tanto permiten la adquisición de productos de excelente calidad en formato digital, cuidando el equilibrio entre los autores–productores y los consumidores finales en las transacciones.

En el uso cotidiano y real, el acceso a internet –de por sí, bastante restringido– y a la información y productos que pueden encontrarse en éste, la lógica y dinámica de consumo difiere mucho del ideal: la disponibilidad de tiendas y portales que permitan a los usuarios un intercambio comercial justo y efectivo se reduce a Norteamérica –Estados Unidos y Canadá– y Europa occidental. Combinadas, estas zonas alcanzan los 773’791.232, apenas un 34% del total de usuarios de internet.

El gran avance del consumo de productos de la industria cultural, a través de internet, consiste en la desarticulación de las lógicas económicas y las tiranías de la misma industria: permite a los usuarios acceder a los productos en el momento en que están disponibles, sin tener que esperar a que se haga un ‘lanzamiento’ o que lleguen a cada país. Como ejemplo, veamos la película The Help y la iTunes Store Colombia: la película fue estrenada en salas de cine de Estados Unidos el 10 de agosto de 2011; en España, el 28 de octubre de 2011 y en Colombia, el 27 de enero de 2012, pero pudimos acceder a ella –a través de internet, en calidad HD– en octubre de 2011. El iTunes Store Colombia entró en funcionamiento el 13 de diciembre de 2011, después de ocho años de disponibilidad a nivel mundial.

El acceso a la información y a los productos debería ser equitativo para todos los consumidores; así mismo, los productos disponibles a través de internet deberían ser comercializables para todos los usuarios. La principal contradicción de este modelo económico es que permite la distribución de noticias a nivel global, desde la etapa de producción de los productos, pero no permite la distribución de esos productos en ese mismo nivel. Gracias a la plasticidad de internet como medio, los usuarios pueden copiar, compartir y acceder a estos productos. En la legislación sobre internet, a esto se le llama comúnmente “piratear”, pero esta legislación –tal como el modelo económico de las industrias culturales– debe adaptarse a los usos de los medios y de la información y a la incorporación de internet en la vida social.

Los proyectos de ley e iniciativas, antes mencionados, buscan sólo la protección de autores y productores, teniendo en cuenta únicamente el modelo de consumo real y dejando de lado las posibilidades del consumo a través de internet. Así se criminaliza una práctica común y cotidiana en la vida virtual –como lo es el acceso indiscriminado a información y productos– sin ofrecer alternativas que respondan al modelo real del consumo de los contenidos digitales.

Adriana Fernández Mangones Socióloga de la Universidad Nacional de Colombia, estudiante de Maestría en Comunicación en la Pontifica Universidad Javeriana de Bogotá. Interesada en los sujetos y las subjetividades, la representación, la interacción y la política en medios digitales. Puedes escribirle a afmangones@gmail.com o encontrarla en Twitter como @NanaFdzM

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