País de los “colombios”

 

Por: Mercedes Posada Meola

Sumergidos en este supermercado de babel que todo lo fragmenta -incluyendo las ideas y las libertades-, nos la pasamos los colombianos. Alienados, como siempre, en los debates empezados en la superficie y terminados en el desaguadero: que si habló la prostituta de la Cumbre; que no la llamemos prostituta sino prepago; que tiene un hijo, que por eso hay que comprenderla, que por eso hay que señalarla . . .

Y a cada discusión posmoderna no le falta su referente histórico: que el escándalo generado en la Cumbre de las Américas es apenas comparable con el «Oralgate», que la diferencia estuvo en que la Lewinsky casi tumba al entonces presidente de la “nación más poderosa del planeta” (otro cliché posmoderno) mientras que aquí la “tumbada” fue otra.

A estas alturas, más escandaloso que el “prepagate” debería resultar no tener claridad sobre lo que se habló en la mencionada Cumbre. Los medios masivos (instituciones a las que les asiste la obligación mínima de informar), priorizaron los cotilleos de una noche de sexo comprado en Cartagena, sobre los temas de la Cumbre. Lo pintoresco sobre lo importante -porque tampoco habrá de olvidarse las páginas dedicadas al famoso “burro de Obama”-, lo trivial sobre lo trascendente.

“Colombios”, un gentilicio acuñado por el viejo Wenceslao Triana, recordado columnista del periódico El Universal de Cartagena (quien usaba un dibujo como foto), sirve para definirnos mejor porque, en sus propias palabras, “colombios suena como a civilización extraterrestre, no muy civilizada, o a familia de mamíferos pequeños, inquietos, de ojos vivaces y comportamiento absurdo» («Razones de los colombinos», marzo 22 de 2002).

Así, como primates regodeados en la pestilencia de nuestras propias miserias, esta semana sucumbimos ante la tentación de banalizar la tragedia, una vez más. Una bomba explotó en el norte de Bogotá. El objetivo de la detonación al parecer era asesinar al exministro Fernando Londoño y pasarle factura por las negociaciones que lideró durante la firma del TLC. El “incidente”, como le llaman los medios, dejó por saldo cinco muertos y cerca de 30 heridos. Al horror de los muertos y heridos, hay que sumarle el llanto solapado de quienes claman porque vuelva el mesías: “sálvanos Uribe de una nueva hecatombe” y “que viva la seguridad democrática”, como si la democracia per se no contemplara la seguridad ciudadana; como si el pasado reciente fuese mejor que lo peor del presente.

Parafraseando a Walter Benjamín, “los colombios” somos espectáculo de nosotros mismos. Y así, entre una cosa y otra, día a día no dejamos de tocar fondo, especialmente cuando ocurren hechos como la bomba de Bogotá, que nos hacen recordar que portamos la despreciable etiqueta de ser uno de los países del continente donde ocurren las peores violaciones de los derechos humanos (Informe de la CID, 2011). Como dice un amigo: «Colombia es depresión».

Mercedes Posada Meola Comunicadora Social y Periodista. Magíster en Desarrollo Social. Dirigió los programas de Comunicación Social, Publicidad y Producción de Radio y Televisión en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Cartagena. Ha participado en la gestión de diversos proyectos sociales y culturales de dicha ciudad y se ha desempeñado como directora de comunicaciones de entidades públicas y privadas. Actualmente cursa un doctorado en Comunicación en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

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