Por Juan David Torres | @acayaqui
El objeto de este texto, si tiene alguno, es diseccionar aquello que muchos han llamado periodismo joven. De modo que, para discernir bien, quisiera evocar la lectura del editorial de una revista universitaria que prefiero no señalar.
El editorial, breve, celebraba el nacimiento de la publicación y agradecía a sus patrocinadores. Pero había en ella algunos detalles dignos de atención. Primero, aseguraba que tal vez sería una tarea “quijotesca” el hecho de fundar una revista con sus ambiciones. ¿Cuáles? El segundo párrafo ahondaba en dichos deseos —sublimes, pues, por el tono en que son descritos—.
Prometía ser una revista de carácter, que utilizaría al periodismo —“el arma más valiente para expresar ideas”— para “resistir” y “confrontar”. Decía, además, que narraría de manera crítica y argumentada. Por último, y lo incluyo para discernir aún con más juicio, prometía hacerlo “con un lenguaje jovial, atractivo”.
Pese a su brevedad, el editorial revela parte de la condición del periodismo joven. Y tomaré oración por oración para explicarme sin tantas aristas.
Una tarea “quijotesca”, escriben. ¿Qué tiene de quijotesca? ¿Por qué señalar ese carácter? ¿Por qué, si lo fuera, habría que darle importancia? Si alguien asegura que una tarea es quijotesca es porque, de modo sutil, quien busca realizarla es un quijote. Y darse ese mote es, por lo menos, vanidoso. Sin embargo, vanidad aparte, el periodismo es un ejercicio de humildad —entre más poder tenga, más humilde debe ser— que choca por completo con lo quijotesco, con la aventura, con la expresión colorida de los hechos. Choca porque si el periodismo se convierte en un ejercicio de extravagancia —en sentido formal o de fondo—, pues no es más que farándula. Y farándula mal hecha.
Bajo ese primer aspecto —lo quijotesco—, los jóvenes redactores buscan irse lanza en ristre contra el establishment, contra la escena periodística. Creo, en mi humilde opinión, que su objetivo es pueril, primario, elemental, infantil. Es el objetivo de todo estudiante que acaba de entrar a estudiar periodismo, respetable, pero sin fundamento. ¿A qué molinos querrán enfrentarse, quijotes? Quieren derrumbar el periodismo criticando los mismos síntomas enfermizos que poseen.
Al parecer no los poseen, pues luego aseguran que utilizarán el arma valiente del periodismo. La palabra como arma de guerra. Bello pero vacío: es una idea parecida a “juntos venceremos”, hermosa en el plano político, fútil en el plano práctico. Entonces, en suma, la revista se inicia bajo dos presupuestos que son aplicados sin mayor duelo: el periodismo es una tarea quijotesca y el periodismo es el arma más valiente de expresión.
Su arma, aun así, es más profunda. Si el periodismo es expresión y si tiene tanto arraigo, ¿por qué no pensar que sirve para confrontar y resistir, a petición de las juventudes hambrientas que claman por un cambio, que buscan darle un vuelco a todo sentados desde sus cómodos muebles moviéndose por la red con el dedo gordo?
Y ése es su tercer poste: confrontar y resistir. ¿Confrontar qué, a quiénes? ¿Resistir qué, para qué? Además de fundarse en otro lugar trillado —el periodismo como rebelión—, le imponen al periodismo un papel que no es suyo. El periodismo no es un partido político, no es una campaña burocrática. El periodismo no salvará a nadie, como tampoco la juventud, que no es el futuro de nada. El periodismo no sirve para resistir. Y el único que se debe sentir confrontado es el lector mismo, pues es a él a quien debe contársele la visión de los hechos, para derrumbar sus prejuicios. El periodismo es un acto contra el lector, contra sus ideas preconcebidas, y no para resistir junto a él.
Y de allí viene, pues, la siguiente pregunta: ¿Qué es el periodismo joven? ¿Por qué el adjetivo? ¿Qué quieren decir? La pregunta parece responderse poco después en el mismo editorial. Dice que los jóvenes redactores narrarán “con un lenguaje jovial, atractivo”. ¿Jovial? ¿Atractivo? ¿Narrarán como payasos, como humoristas? ¿Qué adjetivos son joviales y qué adjetivos no? ¿Qué es atractivo y qué no? ¿Cómo atraerán al lector? ¿Es lo mismo que seducirlo? ¿Por qué la jovialidad tiene que ver con la juventud? ¿Qué significa ser joven? ¿Entonces los viejos son aburridos, poco frugales, poco joviales? Y si la vejez es madurez, ¿entonces el periodismo joven es sinónimo de inmadurez, de falta de juicio?
Creo que están reforzando una categoría por lo demás inútil. El periodismo no es ni joven, ni literario, ni investigativo. El periodismo es periodismo y punto. Se hace bien o se hace mal. Bien escrito y bien investigado o mal escrito y mal investigado.
No hay necesidad de ser extravagantes, de enarbolar las banderas de la juventud —que significaría renovación y fuerza— para alimentar una noción que se queda vacía de sentido por sí misma. El periodismo joven es un intento precoz de defender ideas mal concebidas. La etiqueta cae por su propio peso. O, más bien, por su falta de él.
Juan David Torres Duarte Periodista del diaro colombiano El Espectador.
Lea periodismo joven más allá de esa editorial. Investigue, sería bueno. http://agendapu.blogspot.com/2012/02/censura-en-la-u-catolica.html
Raquel:
Investigué. Además de ese editorial, mi trabajo consistió en trabajar, por más de un año, en una revista con periodistas en formación. Este texto critica una etiqueta (el periodismo «joven») y no el trabajo de los «jóvenes» que quieren hacer periodismo. El link que usted refiere nada tiene que ver con esta discusión: un trabajo periodístico está bien o está mal y, en el caso que usted muestra, es una excelente investigación. ¿Quién lo niega? ¿No dice eso este texto? El periodismo es periodismo y eso es todo. Lo haga un viejo o lo haga un joven. Hay que dividir la práctica de la teoría y no confundier peras con manzanas: en este caso, el texto critica una envoltura y no el trabajo que muchos periodistas, a edades muy tempranas, han hecho muy bien.
Saludos.