Por José Serrano Sierra | @antroposdigital
Según la Real Academia de la Lengua Española, la palabra “nativo” se refiere a todo aquello que es relativo a una población originaria del territorio que habita. En este sentido, el nativo digital sería aquel que es originario y habita un espacio digital.
Sin embargo, este concepto se utiliza para identificar a aquellas personas que nacieron y se criaron en un mundo digital, lo que crea una separación entre los “nativos digitales” y los “inmigrantes digitales”. Este concepto se entiende entonces a partir de la edad, suponiendo una relación entre una generación y sus comportamientos digitales. Por esta razón debemos replantear la manera en la que entendemos el concepto, ya que se limita a una explicación muy simple del surgimiento y desarrollo del “nativo” en un mundo digital.
Marc Prensky, conferencista, escritor y consultor en temas de educación y aprendizaje digital, fue el que acuñó el concepto del “nativo digital” y lo definió como “integrantes de generaciones recientes, personas que han nacido completamente rodeadas por un entorno digital”. Prensky hace la diferenciación entre los nativos y los inmigrantes digitales, entendiendo a estos últimos como aquellos que no nacieron en un mundo digital, pero que se han visto obligados a aprender y a “migrar” a dichos espacios. Aunque para el momento en el que Prensky realizó dicha caracterización la edad era un factor fundamental, con el tiempo se ha podido observar que éste no es el único factor que determina el tipo de comportamiento que se tiene en la red. Por lo tanto, al modificar la forma en la que entendemos “lo digital” es indispensable reconceptualizar al “nativo digital”.
Dahna Boyd, profesora asistente en la New York University en el programa de Media, Culture and Communications e investigadora en Microsoft Research, estudia los fenómenos y los comportamientos en Internet y uno de sus principales hallazgos es que existe un nuevo ethos, una nueva epistemología entendida a partir de la relación entre el mundo online y el mundo offline. El conocimiento de lo que nos rodea se plantea entonces como una intersección entre esos dos espacios, en la que no se puede entender uno sin el otro y cuyo límite cruzamos con regularidad. Vivimos en dos mundos y, a pesar de ser los mismos, nos comportamos de maneras diferentes, dependiendo del espacio que habitamos. Poseemos un avatar al que le damos vida, cada vez que cruzamos la pantalla y nos conectamos en cada uno de los espacios virtuales que el espacio digital nos permite crear.
Tal y como sucede en la película de James Cameron, somos sujetos fragmentados; nos transformamos y adquirimos características particulares en relación con el espacio que nos rodea. Este nuevo espacio virtual no sólo le permite a este nuevo nativo nacer, crecer y desarrollarse, sino que le permite interactuar con otros y recrear así condiciones sociales propias de nuevas comunidades virtuales. Este nuevo nativo digital nace desde el mismo momento en el que ingresa al mundo virtual y de sus experiencias depende el tipo de avatar que desarrolle. Sin embargo, no somos múltiples sujetos; somos un sujeto fragmentado que se reinventa, dependiendo del espacio que habite.
No sólo existe un único espacio en el mundo digital; dentro de Internet podemos encontrar una multiplicidad de lugares que, a su vez, desarrollan comportamientos específicos. No somos los mismos en Facebook, Twitter, Youtube o a través del correo electrónico; no establecemos el mismo tipo de conversaciones, ni los espacios nos permiten comunicarnos de la misma manera.
Es así como la concepción del “nativo digital” -que parte de la premisa de una diferencia generacional que supone un tipo de relación más cercana con la tecnología, por parte de los más jóvenes- se puede reconfigurar, pero a partir de una nueva visión de lo que significa este concepto. Entendiendo que este nativo es aquel personaje o avatar que creamos -una vez habitamos un espacio digital específico-, un sujeto que expresa diferentes personalidades dependiendo de los espacios que transite, podremos concluir que su carácter se utiliza para definir un estado y no una característica de los usuarios de Internet.