A mí me enseñaron a no levantarme de la mesa

dialogos de paz

Por Zohanny Arboleda-Mutis

Me tomo el atrevimiento de usar este espacio para afirmar, de manera efusiva y exagerada, que apoyo La Mesa de Diálogo en La Habana. Yo, colombiana, clase media ilustrada, preocupada por los conflictos sociales del país, afirmo, repito y sostengo que apoyo La Mesa de Diálogo en La Habana. A pesar del poco soporte mediático que han tenido estas negociaciones (ya sea por el carácter proteccionista de quienes no confían en los mensajes que puedan dar los medios o porque algunos medios prefieren no resaltar este momento coyuntural) y de la campaña anti-diálogo que algunos ex presidentes se empeñan en realizar, hay un factor que debería primar para que nadie se levante de esa mesa hasta que se firme algo: Colombia necesita creer en sí misma.

A veces parece que se nos olvida la importancia del momento que se está viviendo en el país. Aunque se haya fallado en mesas de diálogo anteriores, hay que enfatizar que ésta es una ventana para construir una alternativa diferente a lo que ha sido la historia colombiana en los últimos 50 años. Creo que llegó el momento de ser originales, de salir del espiral de violencia y de las politiquerías que se experimentan en Colombia. Este es un momento para que volvamos a creer que se pueden solucionar los conflictos de manera inteligente y con cambios que realmente signifiquen cambio para nuestra sociedad.

Como mencionaba Sergio, un amigo cercano, «la gente no alcanza a dimensionar la desilusión que se generaría si estas negociaciones terminaran en nada». Si este diálogo falla, en este momento de la historia colombiana, créanme que este país se nos va al traste; la falta de credibilidad en Colombia misma que pueda generarse sería quizás inmanejable. Aunque no comparto muchas de las políticas del gobierno actual, no quisiera vernos en un momento post-dialogo fallido, que intensificara políticas militares y centralistas. Ahí sí que se le apretaría el cinturón a los que sufren de complejo de papá dominante y habría «juete» para todos (y ojalá sólo fuera juete).

En los años anteriores, la guerra contra el terror marcó la pauta. Este periodo, aunque para algunos haya significado seguridad empresarial y de inversión envidiable -o la posibilidad de volver a sus magníficas fincas, olvidadas a la intemperie de la ideología revolucionaria-, es quizás uno de los periodos más insensatos y violentos del país; hay que ser muy ciego y terco para no aprender del pasado o de las experiencias de conflicto en otros países. Ya Sri Lanka nos demostró que la solución no es extinguir a quien tiene un discurso y una lucha basada en desigualdades sociales, cuando decidió acribillar y perseguir hasta la muerte a todo aquel que se identificara como parte de los Tigres Tamiles (Tigres de Liberación del Eelam Tamil). También Rwanda nos puede servir de `modelo-a-no-seguir,´ si miramos la manera nefasta en la que se realizó el salvaje genocidio de 1994, bajo la excusa de adelantarse a acabar a una comunidad antes de que fueran ellos quienes los acabaran.

Y aún cuando algunos se agarren de otros procesos de resolución de conflictos para evidenciar que estos procesos de diálogo no son la solución -como en el caso de Sudáfrica-, es necesario estudiar cuándo y quiénes están mejor hoy con respecto al pasado. Estos procesos quizás no sean la única solución, y ojalá no lo sean, porque nos quedaríamos cortos con la larga lista de asuntos por transformar en el país. Éste podría ser sólo el principio del fin; no puede negarse que éste es un chance para empezar a cambiar. Así que por más que le afecte al ex-presidente Uribe, y a todos los que ignoran la historia de cómo y por qué se formaron las guerrillas, les ruego sigan las mínimas conductas del protocolo de cualquier mesa: uno no se levanta hasta que acaba. ♠

 

Zohany Arboleda-Muits: Colombiana, nacida en la Unión Soviética. Antropóloga  especializada en estudios de conflicto, derechos humanos y luchas sociales. Cree en la transformación de realidades sociales, desde una perspectiva que fortalezca y apoye las voces de las comunidades rurales y vulneradas. En este momento, realiza investigaciones de temas relacionados con el derecho al territorio de diferentes comunidades rurales colombianas. Le apuesta al poder de la escritura como medio para difundir y generar conciencia.

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