Por: Santiago Reyes. Historiador * | Bogotá, Colombia | @sntgtr
En las últimas semanas, la audiencia colombiana ha presenciado un debate en los diferentes medios de comunicación sobre la serie “Los Tres Caínes”, producción realizada por RTI Televisión para el canal RCN y dirigida por Gustavo Bolívar.
Llama la atención que en esta discusión sean pocos los aportes que se hacen desde la disciplina histórica y los historiadores, quienes resultan directamente afectados, son quienes podrían aportar una argumentación más específica. Es por eso que se debe enfatizar sobre cómo se están interpretando las nociones de las narrativas sobre el pasado reciente en Colombia -a través de la ficción televisiva- y su correspondiente recepción en los diferentes medios de comunicación. De igual forma, también se pretende hacer un balance de las diferentes posiciones que se han manifestado durante esta polémica.
Sobre el seriado y la idea fragmentada de la Historia que tiene Gustavo Bolívar
La serie “Los Tres Caínes”, según sus creadores, hace énfasis en la vinculación entre la historia personal de los hermanos Castaño, con todas sus tensiones dramáticas, y los hechos propios de la realidad que atraviesa la sociedad colombiana durante las décadas de los años ’70 y ’80. En el trailer de la serie, podemos encontrar algunas afirmaciones para entender como Gustavo Bolívar hace un uso de la historia en esta relación:
“Está documentado que estos hermanos, por su ambición y circunstancias, terminaron matándose entre sí mismos”
“El 80% de la serie es realismo basado en hechos reales y el 20% es dramaturgia”
– Gustavo Bolívar
En las entrevistas y debates a los que ha sido invitado, Bolívar ha manifestado que la serie toma como referencia los testimonios y las versiones que los victimarios han presentado en las audiencias del proceso de Justicia y Paz, algo altamente complejo teniendo en cuenta que estos relatos han sido cuestionados por diferentes sectores sociales, debido a la ambigüedades y a las dificultades técnicas (casi obvias) que presenta el aparato judicial colombiano para reconstruir estos casos.
Otra de las críticas que se han hecho al contenido de la serie, es que resulta una apología a las acciones de los grupos paramilitares y que esta ficción envía un mensaje distorsionado a la audiencia sobre el proceso histórico, las causas de su surgimiento y los roles que vivieron los sectores sociales que fueron aniquilados por estos escuadrones.
A raíz de esto, incluso algunos hijos y familiares de los desaparecidos del proceso histórico enunciado en el seriado, han encontrado ofensivo el estereotipo y las referencias hechas dentro de la ficción sobre la asociación entre líderes de izquierda desaparecidos -como Carlos Pizarro– con el narcotraficante Pablo Escobar, presentadas como falacias. Dichas representaciones han motivado a que estos familiares estén pensando en entablar acciones judiciales al seriado y la productora.
Ante estas críticas, Bolívar ha publicado en su blog personal algunas de sus nociones sobre el surgimiento de los grupos paramilitares. Ahí encontramos algunos acercamientos muy básicos y generales al contexto de los años ’80, cuando -debido al crecimiento de las acciones rebeldes por parte de las guerrillas FARC, ELN y EPL, entre otras agrupaciones-, diferentes sectores de la sociedad colombiana (aliados con el narcotráfico) proyectaron la creación de cuadros contrainsurgentes para responder a esta ofensiva. Las consecuencias de tal plan fue un gigantesco saldo de muertos, en el que se incluye la desaparición de los miembros de un partido político –La Unión Patriótica- y otros 35.000 desaparecidos.
Esta visión, proyectada a través del desarrollo de la serie, evidencia los vacíos temporales y conceptuales que tiene Bolívar sobre la historia reciente de Colombia y demuestra que en la investigación previa para realizar este seriado, no hubo un proceso sólido de búsqueda de fuentes y confrontación de versiones. Por el contrario, y tal como lo señalaba Andrés Sánchez en su blog de EL TIEMPO, en la recreación que hace el libretista de la serie, se exonera de las responsabilidades históricas a los grupos paramilitares y a otros actores históricos, como los grupos insurgentes y las guerrillas. Da la sensación que estos acomodos se hacen para ajustar los hechos históricos al discurso político de Bolívar, el cual presenta una idea vaga sobre las ideologías y la historia política de Colombia, reduciéndola estrictamente a un grupo de personas que sólo ejecutan actos de corrupción: una “Clase Política Corrupta”.
No debemos olvidar que este libretista ha ejercido durante los últimos años una especie de “preocupación” por la realidad del país, a través de una cuestionable idea de la participación política y la democracia, mediante una adaptación local (y fuera de contexto) del discurso global de la “Indignación” -el cual presenta características propias del reduccionismo y de demagogia “anti política” basada en slogans vacíos-. Esta pretensión se ha hecho evidente para la audiencia, a través de los diferentes perfiles de Bolívar en las redes sociales, la “fundación” de indignados que dice presidir, sus intervenciones políticas en plazas públicas -junto a miembros de la clase política y el “jet-set”-, y hasta en la realización de un breve espacio televisivo de baja audiencia (a inicios del año 2012 en el Canal Uno), generando muchas dudas sobre sus capacidades para reinterpretar eficazmente hechos de nuestro pasado reciente.
La recepción académica de “Los Tres Caínes”: fragmentación, doble moral y doble discurso
Luego de un comunicado presentado por profesores de la facultad de ciencias sociales de la Universidad de Antioquia –quienes manifestaron su preocupación por las estigmatizaciones con que, según ellos, se presentan a los profesionales de estas áreas dentro del seriado-, el debate se amplificó, llegando a los medios de comunicación privados-empresariales.
Posteriormente, Omar Rincón, tanto en sus columnas como en sus intervenciones en debates televisivos, al igual que María Victoria Uribe, antropóloga que ha participado en el proyecto estatal de la Memoria Histórica, han manifestado que la trama del seriado -la cual califican como exaltación de los criminales recreados- genera una identificación en la audiencia, reafirmando como las empresas televisivas (con sus contenidos informativos y de ficción) reproducen un discurso “oficial” e institucional sobre la historia reciente, incorporado desde la administración del gobierno de Álvaro Uribe Vélez -que, a su vez, distorsiona los procesos históricos en los que dice basarse el seriado-.
Dentro de estas críticas encontramos también algunos puntos discutibles al considerar a la audiencia como pasiva, una que se identifica y que recibe un contenido sin la capacidad de discernimiento, entes sin capacidad de decisión (incluso la de cambiar de canal). Esta idea se profundiza dentro de la moderación pública de estos debates (como la hecha por María Jimena Duzán en SEMANA En Vivo de Cablenoticias 12.03.2013) en los cuales se discute la infantilización de la sociedad como una “no preparada” para contar la historia reciente del país.
Este tipo de afirmaciones suelen ser uno de los lugares comunes que más se repiten en el análisis de la actualidad colombiana, una forma pretensiosa y arrogante de ocultar la realidad porque el país “no está listo” para debatir sobre temas sociales de alta complejidad. Subestimar la inteligencia y la capacidad de deducción del público general no es siempre la mejor conclusión; esto puede representar un efecto contrario a mediano plazo, cuando las audiencias reaccionen ante este trato que les hacen desde los medios y sus líneas editoriales.
Cada vez que se presentan discusiones como las de Los Tres Caínes o la serie sobre Pablo Escobar, aparecen los síntomas que presenta la academia colombiana con su tendencia a encerrarse dentro de una entropía casi caníbal, obsesionada con encontrar “ideas de Nación” a través de la cultura y el entretenimiento, el culto al Estado y una visión nostálgica y paternalista de los medios de comunicación: se añora el viejo modelo televisivo de regulación estatal y las narrativas solemnes, propias del documental.
En uno de los comentarios al texto de María Victoria Uribe, encontramos una interesante reflexión: la academia nacional no tiene un compromiso transversal en el estudio del paramilitarismo, y también tiene una obsoleta consideración sobre los medios de comunicación como “estrategias omnipotentes de manipulación” -en lugar de recurrir a ellos para experimentar nuevas narrativas, acordes a las estéticas contemporáneas, que atraigan a diferentes sectores de la sociedad y trasciendan el ghetto intelectual-.
Estas reflexiones se extienden, incluso, a la audiencia en las redes sociales (paralela a los promotores de la campaña contra la serie), pues el impacto que tienen estas series en los niños de sectores populares ha enardecido y enfurecido a los usuarios virtuales. En el caso de esta secuencia, aunque presenta una preocupación importante sobre la recepción y el impacto en los menores, esta se cae de su peso al pretender incorporar un discurso y “bajar línea” a través del testimonio de los menores sobre el impacto de la serie. Esto nos hace recordar la crítica que hacían los cineastas caleños en los años ’70 al boom documentalista que, con sus buenas intenciones de denuncia social, cae en la exhibición morbosa de la complejidad humana (recordemos el documental “Agarrando Pueblo”).
Estas ramas de la discusión nos muestran un síntoma de esa creciente tendencia -dentro de la opinión pública, la cultura, la academia y el entretenimiento en Colombia- que en los últimos años pretende analizar e intervenir en la realidad sociopolítica desde un criterio de moralidad, una especie de “bienpensantismo” en el que se encuentran diferentes personajes de la “vida nacional”, incluyendo al creador de esta serie. Entre todos están llevando las cosas a un extremo peligroso, hacia un futuro que busca censurar -desde lo comercial y lo social- a aquellas narrativas que no se adapten con una «adecuada» versión ficcional de los hechos.
El problema con las intenciones del boicot y con las expectativas que presenta la academia sobre los contenidos de los medios de comunicación, es que es pertinente asumir (con perspectiva realista y comprendiendo las lógicas del negocio) que las grandes empresas no tienen una responsabilidad social más allá de generar ganancias. Los debates éticos y morales en estos casos no tienen un efecto real en los conglomerados que desarrollan estos proyectos televisivos, -solo si estos llagaran a afectar sus balances-. Ese es el lado oscuro de la libre empresa.
Medios privados empresariales: pauta, libertad de expresión y otras contradicciones
En lo referente al debate en el ámbito de los medios empresariales y privados, luego de que desde las redes sociales se invitase al boicot publicitario de los pautantes de la serie -y este tuviese respuesta por parte de algunas empresas, mediante el hashtag de twitter #noatrescaines– el debate en estos espacios se ha centrado en las posibles restricciones que esto puede representar para la libertad de empresa y de expresión, los cuales nos muestran cómo se estaría presentando un doble discurso dentro del ámbito empresarial en la manera como estos están vinculados -en cierta medida- con el proceso que está siendo dramatizado.
Involuntariamente, esta situación ha generado un efecto contrario donde los acusados -Gustavo Bolívar, los canales y las empresas participantes dentro del proyecto- aparecen autovictimizándose y presentándose como voceros no autorizados de una causa tan compleja como la libertad de expresión y, en menor medida, la libertad de empresa. Inclusive resulta bastante irónico, especialmente cuando las empresas han adaptado (o “trucado”) las metodologías de estudios de mercado para que este tipo de seriados se siga presentando cómo “lo que el público quiere ver”.
Como una posible arista que surge de esta discusión -en desarrollo y crecimiento permanente, mientras la serie se mantenga al aire- es que a pesar de sus cuestionamientos, es una apuesta arriesgada por parte de RCN y de Gustavo Bolívar: aventurarse a recrear un proceso histórico de alta complejidad como lo es el paramilitarismo en Colombia. Se sugiere a aquellos que pretendan emprender experiencias similares, recurrir a una buena asesoría académica que ofrezca mejores elementos, y un trabajo riguroso con fuentes y testimonios para realizar producciones televisivas de buena factura, en todos los aspectos. Debido a las características que presenta el proceso histórico recreado, se debe ser cuidadoso en la forma de enfocarlo; debe, al menos, hacer una integración de la perspectiva propia de las víctimas, para no caer en la inverosimilitud, el anacronismo de baja factura y por supuesto, la apología.
Algunas conclusiones parciales de la discusión
La crítica hecha por los académicos -y en parte por los promotores del boicot- sobredimensionan la real influencia que esta clase de seriados tienen en el publico general, describiendo al seriado como una especie de programa de violencia explicita o de explotación gráfica. Esta es una de las consecuencias cuando las voces del “pensamiento crítico” en nuestra sociedad, toman distancia de lo que se presenta en los medios de comunicación, dejando que estos coopten y capturen debates en los cuales su presencia es importante o es tomada por pocas voces.
Es importante, (como sugería el comentario a la reflexión de la profesora Uribe) que desde las academias y las audiencias se recurra a estrategias que contrarresten y compitan con estas narrativas propuestas desde los grandes medios privados, a pesar de la gigantesca asimetría existente. Es mejor que cohabiten y convivan las diferentes versiones de la historia, beneficiando a la audiencia al tener un pluralismo de versiones -lo cual puede ser posible a partir de estrategias como la realización de contradocumentales críticos a los medios de comunicación privados o la educación audiovisual en la educación básica primaria y secundaria, entre otras múltiples posibilidades.
Finalmente, otra de las demostraciones de esta controversia es que saca a la luz una cruel ironía de la sociedad colombiana de nuestro tiempo: el deterioro de la calidad en el debate público y en el ejercicio de la comunicación social. Es un hecho como la generalidad de los análisis se extiende a todos los espectros de la sociedad, además de cómo la farándula y la industria del entretenimiento están acaparando discusiones sobre temas que ignoran completamente, o de los cuales solo tienen una visión muy general, demagógica y vacía. En eso están las emisoras del grupo PRISA, W Radio y Caracol, el caricaturista Vladdo, conductores como Guillermo Larrota “Pirry”, Camila Zuluaga y, por supuesto, el mismo Gustavo Bolívar. Esto es algo que los historiadores tendrán que soportar en el futuro al revisar las discusiones de nuestro tiempo. Para ello, recomiendo esta reflexión de Alejandro Gaviria.
El debate está abierto. ♠
Otros temas que limitan con el debate:
- Oferta Televisiva limitada: debates como estos se sobredimensionan, debido a la ausencia de más canales de televisión abierta (consecuencia de la incompetencia estatal para licitar nuevos canales).
- La idea de «conflicto» en la empresa comunicacional que emite “Los Tres Caínes”
*Historiador Universidad Javeriana con énfasis en Análisis de medios de Comunicación.
«Until the lions have their own historians, the history of the hunt will always glorify the hunter»
Chinua Achebe (RIP)
Excelente el intento reformular las bases del significado histórica del paramilitarismo, un debate fundamental para la vida social local por las heridas abiertas, incluidas las derivadas de ver que casi todos los empresarios que patrocinaron el fenómeno siguen viviendo sus prosperas vidas en libertad. Comparto muchos puntos, y partiendo de la defensa absoluta de la libertad de expresión, Yo creo que el problema central que emerge del debate sobre la serie tres caines, es lo lejos que esta la izquierda y el movimiento de victimas, a pesar de sus esfuerzos y sacrificios, de ganar, siguiendo la ruta gramsciana, la lucha por el sentido común sobre el asunto más desgarrador de la historia reciente. En otros lugares con fenómenos similares de “terror blanco”, seria incosevible que una serie apologética (incluidos muchos lideres y empresarios locales que de alguna manera se siente revindicados) digamos sobre Videla, tuviera algún tipo de éxito. Incluso, en países europeos, la exaltación publica de clases similares de terrorismo, es un delito (Colombia esta lejos de haber fundado un establecimiento que no halla sido cómplice del paramilitarismo por lo menos desde 1968).
Y se que hay dejar claro que la serie hace apología del paramilitarismo: el autor tiene la elección de que valores puede reflejar en los diálogos y las acciones de los personajes y siendo una ficción histórica, puede elegir entre los valores de la retorica de los protagonistas del paramilitarismo o los valores latentes a las acciones de los mismos. Por ejemplo, en la serie, los paras (y también otros delincuentes) siempre se muestras como valientes, con éxito con las mujeres, buenos negociantes, hombres de familia, la retorica del hombre “verraco” que no se deja de nadie y que se alienta, por lo menos en la matria Antioquia, como la correcta desde los tiempos de Pedro Justo Berrio. Cada vez que los paras de la serie hacen una arenga parece un infomercial del ejercito nacional y siempre conquista a cualquier mujer que elijan. Pero el autor perfectamente podría elegir los valores latentes a las acciones de los paras: la cobardía de atacar gente desarmada o simplemente elegir valores ridículos como que todos los paras son impotentes o que tienen la iniciativa de un mueble, seguir la ruta del la película el gran dictador, para que nadie que vea el producto pueda sentir algún tipo de respeto por los victimarios. Pero Bolívar en todo lo que ha escrito, siempre elige la retorica de los victimarios, no importa si al final hay una moraleja, el formato de serie construye sentido por la permanecía de los capítulos no por lo que pase al final.
Lo mas positivo seria una producción audiovisual desde el punto de vista de las victimas, pero por alguna razón Bolívar cree que se puede escudar en el tipo de televisión que se emite en los grandes canales norteamericanos, que es igual de responsable que la política exterior de su gobierno. Pero si el respeto por el drama de las victimas está lejos de formar parte de lo que cualquier ciudadano entiende como obvio, es en gran parte por la endogamia de las ONG que trabajan el tema y la casi total inexistencia de algo que este basado en la “libertad de empresa”. La gente de las ONG tiene un gran facilidad para despreciar a cualquiera que no forme en las filas de su circulo intimo y no hay un solo medio de comunicación grande que se pueda decir que es independiente al discurso hegemónico, mucho menos que cualquiera con el dinero suficiente pueda, por ejemplo, abrir un canal de televisión. De todas formas, este tipo de problemas no se solucionan con censura, como siempre dijo Murillo Toro, “la opinión se combate con opinión”, así que se necesitan muchos emprendimientos sobre el tema con putos de vista diferentes a la carroña que RCN sirve toda las noches.
Creo que MV Uribe cree ingenuamente que basta con «aprender nuevos lenguajes» o usar «nuevos medios», como si estos no respondieran del mismo modo a las lógicas del negocio del entretenimiento. Basta ver en qué se conviertieron («tuvimos que convertirnos», dirán) la familia Discovery, History Channel o incluso la BBC. No son ejemplos extremos y antes bien reflejan cómo se ha permeado esa idea de que las audiencias sí son imbéciles que solo entienden «el fenómeno» si va cargada de emociones, explosiones y tensiones narrativas que nunca son del caso.
No olvidemos la idea aun vigente en la teleaudiencia colombiana sobre canales temáticos como «Discovery» o «History Channel» que siguen siendo percibidos como «canales culturales» o inclusive como televisión educativa. Es algo paradójico especialmente cuando estos se han convertido durante la ultima década en una parrilla de Realities y megadocumentales aspiracionales que adoptaron la «narrativa del momento».
En primer lugar, gracias por estimular un debate no emocional sino argumentativo sobre la serie “los tres caínes”. Mi aporte sería:
1- Gustavo Bolívar ha tenido el mérito de proponer temas vedados, como lo fue en su momento la influencia de la cultura mafiosa, empezando con la valoración estética de la mujer , sin cuyas tetas no habría paraíso , que permeó en una generación de adolescentes. Poco a poco han salido, en la fiebre de narco novelas o series, otros aspectos de esa cultura, por la descripción de la manera como viven, se acuestan, se visten, gastan y toman trago sus protagonistas. Los estereotipos de esa cultura son bastante simplistas y repetitivos en las dos cadenas , porque me parece que los guionistas no se han propuesto superar el esquema estrecho del melodrama televisivo : héroe, villano, bobo y victima ( entendida esta última casi siempre como personaje cercano, quinceañeras abusadas, madres o familiares de los narcos ). Además, porque la realidad de magnicidios y de “contagio” del narcotráfico la toman como una obligación (de dudosa responsabilidad social) y no desde la perspectiva estática. Por eso los héroes de contrapeso a los narcos aparecen trasplantados sin pasado ni futuro, en escenas pegadas con babas.
De toda esa febril producción , la que más se salva ( por no decir la única) es “ La reina del Sur” no solo porque trasciende las fronteras del narcotráfico al involucrar a personas y contextos españoles y mejicanos, sino porque se basan en una novela de Pérez Reverte que ya había profundizado de manera literaria sobre el tema.
Pero volviendo a Colombia, más estereotipada todavía es la manera como los guiones interpretan a la clase política (buenos como Galán y Gaviria; malos como Santofimio, los jueces y los casi invisibles funcionarios)
2- A la vez, los académicos, y en particular los historiadores colombianos ( excepción hecha del que propicia este debate), se han mantenido al margen de un fenómeno tan trascendental como lo audiovisual. Lo miran despectivamente, a diferencia de, por ejemplo, historiadores italianos o franceses, que han dejado a un lado el academicismo “puro” ( es decir, libresco y lineal) para entender las lógicas narrativas de la imagen y el sonido. He puesto en otra ocasión como ejemplo la serie francesa “ El país de las quimeras” (de TV5) que se remonta al siglo 19 para explicar la cruenta guerra de Argelia del siglo XX y el colonialismo, pero no en términos de buenos franceses y malos árabes o vice versa, sino de contextos sociológicos y crisis sicológicas profundas, de tal manera que el televidente no “juzga” a los protagonistas, sino que se involucra en una explicación histórica y sicológica.
3- Los canales públicos no tienen en Colombia el presupuesto necesario o la infraestructura para costosas producciones. Estas quedan en mano del duopolio que acapara el rating sin freno alguno , ni por parte del Estado, ni de las asociaciones o sindicato de productores, lo cual explica, en parte, la calidad .
4- Porque, a mi modo de ver, el principal problema es de calidad estética (no me refiero a lo que sería por ejemplo, la fotografía, la actuación o la dirección, sino la manera de mostrar un hecho histórico de manera estética.
5- Pero, como diría alguien, “ahí vamos”, tanto en la realidad como en la ficción. Cada vez avanzaremos más gracias a la presión crítica de los colombianos, que liberará a los creativos y pondrá en cintura a los voraces del poder.
Cuñita : los invito a Opinar es debatir sin pelear
mariatherran2013.blogspot.com
Felicito a todos por excelente seriado,,,,actores directores y productores. Me gusta mucho este programa porque con el he visto la verdad de las dos partes ,de los paramilitares y del gobierno.
La verdad es muy triste ver en manos de quién hemos sido gobernados.
Que será Lo que dejaremos a nuestras generaciones …estamos en un país de sólo delincuencia y corrupcion.
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(Archivo 2013)