Del periodismo y la escritura (I)

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Por: Juan David Torres Duarte | Bogotá, D.C. | @acayaqui

Los periodistas creemos conocer muy bien a nuestros lectores, lo que les gusta. Decimos: “No pongan la foto de ese porque nadie lo conoce”, pero si alguien lo conoce es porque ponemos su fotografía. En cierto modo, las decisiones editoriales son las más hipócritas que se toman en un periódico. Son, todas y cada una de ellas, de una falsa modestia que ni siquiera los mismos periodistas logran entrever.

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Nos hace falta pensar un poco más. Leer filosofía, leer matemática. Que no se nos vuelva un programa académico, pero que tampoco nuestro oficio sea de tal ligereza que sigamos publicando, día a día, las mismas notas con distintos títulos.

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Hacen falta críticos de periodismo. Los que se sientan a pensar, después de años de escribir periodismo, de salir a la calle y reportear, son respetados. Pero de su teoría se dice muy poco. Un periodista gana fama por su experiencia vital, no por sus palabras. Y eso no deja de ser contradictorio.

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¿Para qué sirve un periódico? Efectos trascendentales: defender la democracia, salvar el equilibrio entre el Estado y los ciudadanos, resolver los imaginarios de la ciudad, reforzar o desnudar los estereotipos, levantar ampollas, revelar escándalos públicos, pelear por la laicidad, hacer entrar en razón a los lectores, mostrar la realidad de un modo honesto y sincero, rescatar las voces de los que no pueden hablar. Efectos prácticos (y reales): envolver aguacates. Punto.

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El periodismo se trata de escuchar los pájaros entre el ruido.

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Hay periodistas que se emocionan por salir a la calle y ver el modo bárbaro y agreste en que se desarrolla la realidad. Se sorprenden, intentan ponerlo en palabras. Y se ven tan afectados por la emoción que lo único que puede resultar de semejante ingenuidad es un texto sensiblero, castrado por las emociones.  Uno escribe para emocionar y no con la emoción.

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Volver a darle significado a las palabras más manoseadas del idioma. No hay objeto más bello al escribir.

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Es extraño pero habrá que decirlo: un artículo del día sólo dura un día. La gloria en el periodismo dura un respiro.

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Un texto escrito sin pasión será un fracaso. Un texto teórico, exacto en cada esquina, que no desvaría ni se pierde, será un fracaso. Será como hacer el amor y calcular el beso, el roce de una mano, como si se tratara de una máquina.

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Lo mejor de escribir es encontrar que en algún momento —por fortuna o por desgracia— no hay nada que decir.

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Uno debiera escribir sin tener en cuenta las reglas, sin fijarse en el lector. Así como cuando se trata de una venganza, escribir no es un acto de bondad. Es un acto, por esencia, agresivo. No es escribe para complacer a nadie, sino para molestarlos a todos. Todo escrito bondadoso, que busca el bien del lector, tiene mucho de complaciente y poco de artístico. Se escribe para remover, no para reafirmar. Para tumbar los cimientos y no para pegarlos con babas.

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Existen lectores que creen estar descubriendo nuevos asuntos mientras leen. Pero nadie descubre nada. Un escritor sólo dice lo que es obvio y que todos, de algún modo, no sabemos cómo poner en el papel. De modo que no hay tal descubrimiento, lo que hay es una luz puesta sobre el recuerdo. ♠

Ver «Del periodismo y la escritura (II)«

2 Respuestas a “Del periodismo y la escritura (I)

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